Víctor López Jaramillo
Este primero de agosto, MTV llega a los 44 años convertido en un cuarentón melancólico que no ha sabido reinventarse y que anhela los tiempos donde irrumpió en la televisión por cable —hoy piezas de museo—, para cambiar la forma en que consumíamos la música y marcar una nueva etapa en la cultura pop.
Si bien el rock ya había atravesado una época dorada en los 60 permeado por la contracultura, MTV transformó la manera en que se difundía la música. Hasta entonces, la promoción dependía casi por completo de la radio: era esta industria la que convertía a los músicos en estrellas. La televisión musical era incipiente, aunque algunos programas, como el de Ed Sullivan, marcaron hitos históricos al presentar a los Beatles en Estados Unidos.
MTV significó un cambio radical: la música ya se podía ver… y sin necesidad de alucinógenos. Music Television, como su nombre lo indicaba, era la promesa de que cada canción podía tener su propia imagen. Desde los inicios del rock había existido la tentación de vincular música con imágenes —películas, experimentos audiovisuales—, pero no era una práctica central en la industria.

El video mató a la radio
Todo eso cambió en el verano de 1981 con MTV. La elección de su primer video fue un mensaje contundente: Video Killed the Radio Star, de The Buggles. MTV llegaba para matar simbólicamente a la radio como reina de la música popular.
Se inauguró así una nueva era dorada de la música pop y del rock visual. El talento ya no sólo debía ser musical: debía tener detrás un cineasta, un productor audiovisual, alguien capaz de condensar la historia de una canción. Michael Jackson lo entendió a la perfección: Thriller fue una obra maestra que definió los años 80.
Grupos como Dire Straits, que hasta entonces circulaban en circuitos más rockeros, alcanzaron fama masiva gracias a su video de Money for Nothing, cuyo inicio —con Sting cantando I Want My MTV— se volvió un himno de aquella era.
Del auge cultural al pop chicloso
MTV vio el auge del pop ochentero, del inicio del rock alternativo, del glam metal, incluso del thrash metal, con estandartes como Metallica, que se negaba a hacer videos, terminó por doblegarse en 1989 al grabar el clip de One, que se convirtió en un éxito rotundo en la rotación de MTV.
En otoño de 1991, Smells Like Teen Spirit de Nirvana, un video que al principio sólo aparecía en el bloque especializado Headbangers Ball, comenzó a transmitirse en horario regular y estalló una nueva revolución: el nacimiento del grunge, que fue como un meteorito que acabó con todo el rock “dinosaurio” de los ochenta. Paralelamente, el auge del rap y de toda la cultura hip hop comenzaba a consolidarse, mientras que el pop “chicloso” de finales de los noventa dominaba las listas.
Somos rockeros sudamericanos
¿Y qué decir de América Latina? MTV Latino nació en 1993 y se convirtió en una válvula de escape, sobre todo en países como México, donde todo estaba controlado por el monopolio de Televisa, que además de la televisión controlaba la radio y la industria discográfica. Imponía sus artistas musicales ñoños, dictados por Raúl Velasco, con sus baladas cursis e insufribles que pretendían moldear el gusto musical del país. Todo lo que fuera rockero estaba prohibido o satanizado.
El rock en México había sido marginado durante décadas: en los 60 se prohibieron los conciertos de The Beatles, a The Doors no los dejaron presentarse en la Plaza de Toros y los confinaron a un cabaret, lo mismo que a The Animals. En los 70, el Festival de Avándaro fue satanizado y el rock quedó vetado de la radio comercial, obligado a refugiarse en los llamados “hoyos fonquis”. Muchos músicos desertaron hacia otros ritmos.
En los 80, una ola de rock, o guacarrock, era el primer aviso. El rockero mexicano en búsqueda de un águila y una serpiente rockeando sobre un nopal era la señal. Después vino la invasión del Rock en tu idioma y se abrieron más espacios rockeros.
En los 90, MTV marcó una ruta más amplia. La primera canción de MTV Latino fue toda una declaración de principios: We Are Sudamerican Rockers, de Los Prisioneros, un himno que defendía la identidad rockera latinoamericana. Comenzó un verdadero boom continental: bandas florecieron en México, Chile, Argentina y Colombia, con productores como Gustavo Santaolalla articulando un movimiento que ya no era solo local. Incluso Brasil se sumó; al fin y al cabo, el español es primo del portugués.

La decadencia del nuevo milenio
Y el fenómeno MTV no fue sólo música: se convirtió en ícono de la cultura pop y en referente de un movimiento juvenil. Se expandió hacia la animación irreverente, con series como Beavis and Butt-Head, que se burlaban de los videos y de los convencionalismos; o Daria, que era el retrato de una adolescente existencialista de los noventa.
Sin embargo, MTV envejeció mal con el nuevo milenio. Al intentar reinventarse, apostó por los reality shows. La fórmula funcionó de inmediato y los 2000 fueron la era de la televisión de realidad, pero MTV se sobresaturó del formato y dejó de pasar música. Viacom, su compañía matriz, trasladó el contenido musical a VH1, que además producía documentales sobre la historia de la música.
Pero el MTV que había impulsado movimientos musicales entró en extinción. Llegó la era del iPod, de las descargas digitales, del streaming y de YouTube. MTV dejó de ser el gurú musical de una generación para convertirse en un cuarentón que no sabe qué hacer ante la revolución tecnológica.
Hoy, algunas plataformas como Pluto TV mantienen canales de MTV clásico, como un eco de su antiguo esplendor. Incluso sus noticieros musicales quedaron como un recuerdo.
MTV, felicidades: 44 años después, eres el ectoplasma de una era dorada.


