Enfrascado en la reparación de un motor, como quien trata de componer el mundo, con las manos engrasadas. Sin camisa y el pantalón desgastado como su voz, empeñado en hacer funcionar esa máquina que no distingue ideologías en un taller desperdigado. Clicerio Gaeta Jara, guerrillero en los setentas, mecánico en los noventas, busca la solución a ese terco motor pues “tenemos que trabajar, tenemos que batallar para juntar un peso, dos para comprar comida”.
Combatiente de múltiples batallas clandestinas, férreo partidario del socialismo, este hombre domiciliado desde hace años en el estado de Querétaro, se declara de pensamiento independiente y no cree que exista la libertad. Aclara que su oficio de mecánico lo aprendió antes de enrolarse a la lucha armada. “Si en la guerrilla hubiera carros para qué se metía uno de guerrillero”.
Descansando ya del trabajo rutinario. Una mesa, dos sillas, una maltratada libreta de apuntes. Con una sonrisa escapándosele entre sus barbas y los ojos chispeantes, empieza hacer el ejercicio de la memoria y relata sus inicios en las armas en 1973 en la Huasteca Potosina, primero como solicitante de tierra, como campesino. “Simpaticé con los que encabezaban ese movimiento, que en ese tiempo eran estudiantes de Chapingo, de San Luis Potosí, de varios estados de la República. Me adentré con los que encabezaban los movimientos y ahí fue donde aprendí algo del ideal que tengo.
“Comenzamos por la conciencia del campesinado. Seguimos con invasiones de tierras en San Luis Potosí. Cuando me metí a la guerrilla participé con los compañeros en la lucha armada. No puedo decir en qué acciones participé, por motivo de que si se necesita otra vez podía participar en forma un poquito más clandestina”.
Gaeta Jara, incansable peleador social, de manos tan expresivas que parece dibujar en el aire sus palabras, y con ellas rememora sus primeras luchas. “En 1974, 1975 tuve mis primeros combates en la Huasteca Potosina y después en Morelos, participando con el Partido Proletario de América. En la Huasteca no había jefes, había una organización y hasta la fecha la lucha continúa ahí pero no hay jefes o caudillos, nunca hemos estado de acuerdo con el caudillismo.
“En Morelos, por el apoyo que recibimos de la guerrilla de Florencio Medrano, se supone que él era allí el caudillo, pero participé con ellos por solidaridad: aprender de ellos y que ellos aprendieran un poquito de nosotros. Su lucha era la misma que la nuestra. La cuestión era luchar sin condiciones de nada”.
Y sigue platicando, entre los rumores de los minutos y los recuerdos de viejas peleas. Habla de Lucio Cabañas, con el cual su relación sólo fue a través del Partido Proletario de América. Una relación de cooperación recíproca, describe. “Con el maestro no tuve relación directa”. Tampoco con Genaro Vázquez hubo una relación directa. Asegura que en todo el país había cerca de 14 grupos guerrilleros y que en La Huasteca había un número más o menos regular. Así lo dice, sin precisar pues “hay cosas que no puedo decirte”.
Sonríe irónicamente cuando habla de su vida de guerrillero. Esas luchas de hace veinte años, esas peleas en las sombras, en donde hay de todo. “La vida del guerrillero tiene de todo. Son a veces cosas duras, cosas feas, cosas bonitas, de todo. Sufrimientos, persecuciones, a veces triunfos, se siente bonito, hay de todo. Cosas tristes, caídas de compañeros, encarcelados, desaparecidos, golpeados, torturados, Todo eso lo pone a uno triste. Fracasos por cargamentos de armas que venían de Estados Unidos (que eran apoyados por los chicanos) eran detenidos, se sentían el golpe. ¿Qué sí lloraba? Claramente, de tristeza, de coraje, de rabia”.
—Te voy a decir que no se puede hablar de triunfos en concreto. Por motivos de que lo único que se queda contento cuando se invade y el gobierno le da un pedazo de tierra al campesinado, no le llamamos triunfos, para un guerrillero triunfar es derrocar definitivamente al sistema capitalista. Para mí eso sería un triunfo. Pero un guerrillero cuando no adquiere eso, no se lo concede lo que uno lucha, no le llamo triunfo. Un triunfo es un cambio total del sistema.
—¿Entonces fue una batalla perdida?
—No se puede llamar perdida. La lucha de un guerrillero no son batallas perdidas, simplemente la conciencia de un guerrillero es colaborar y cooperar con lo poquito que puede, si es posible con su vida para por el socialismo verdadero, auténticamente revolucionario.
—Han pasado ya veinte años de aquellas luchas ¿Sirvieron de algo las guerrillas?
—Todo movimiento guerrillero y revolucionario independiente de los partidos es bueno.
“Lamentaba no estar en Chiapas, porque uno cuando nace un movimiento de esos que repercuten, uno desea estar allá, pero yo estoy aquí. Para estar allá se necesita dinero y apenas con lo que gano es para comer junto con mi familia y no puedo desatender a mi familia porque ya ha sufrido mucho tiempo por esta causa”.
Al hablar de su familia su semblante se transforma. Sus palabras parecen perder vivacidad y parece opacarse. “Por lo regularme he dado cuenta que muchas familias de compañeros ignoran el desarrollo de la historia, ignoran la lucha de gente como nosotros y nunca están conformes en lo que uno se mete o anda. Su deseo es que esté uno siempre con ellos y que no se aparte hasta la muerte. Mi familia todavía no está conforme, nunca la he dejado conforme. Y nunca está conforme si uno está tratando de ayudar a los compañeros campesinos jodidos. Por lo regular he visto que casi la mayoría de los familiares de los que nos metimos a esto no está conforme. Nunca se les va acabar ese sentimiento personalista: primero ellos, después ellos y al último ellos. Nunca se fijan en los demás, quizá por falta de conciencia, de conocimientos”.
En 1975, Clicerio Gaeta Jara fue aprehendido en Jojutla, Morelos Estuvo en los separos de Cuernavaca y de ahí a la penitenciaría. Después fue solicitado por el gobierno de San Luis Potosí. Luego estuvo en Tamazuchale, más adelante en Ciudad Valles y de regreso a San Luis y Morelos “y en la procuraduría estuve tres días bajo tortura”.
—Al principio cuando recién cae uno se siente un poco la privación de la libertad. A través de los días, de los meses, uno va resignándose a vivir en ese ambiente de presidio. Tres cuatro meses en adelante se adapta uno a la prisión. Ya después lo que uno trata de buscar la forma de seguir sobreviviendo ahí. Tratar de crear conciencia a los presos, a los más destacados, a los más consecuentes, a los más valientes. Trata uno de dejar algo con los compañeros presidiarios. Pide uno mejoras para los internos. Con el tiempo que me di cuenta hay una 40 o 50% de gente que no debe nada, simplemente los hacen confesar crímenes a base de torturas por la judicial El tiempo que estuve allí logré formar trabajos. Pero conciencia, conciencia como la que uno adquiere en la guerrilla, pues no es igual. Ahí la gente que quiere conciencia es bajo un interés casi personal. Cuando salen esos compañeros pues se mete a su vida privada y se olvidan de lo que les enseñamos. Y enfatiza que en la cárcel no se arrepentía de nada, “y nunca me he arrepentido hasta la fecha”.
—¿Qué si sentía nostalgia? Qué. Esa palabra como que no le encuentro su significado pues lo poquito que sé es por los motivos es por los libros de los compañeros estudiantes. Por los que andaban dentro del movimiento y casi no tuve escuela, mi grado más alto fue tercer año de primaria. Por eso hay muchas palabras que no… Tal vez si me las explican. A lo mejor uno la siente, pero no sabe uno qué es nostalgia.
Y vuelve a sonreír. “Para mí el tempo que estuve en la cárcel era igual que estar libre”. Explica que para él, que crea conciencia, es lo mismo hacer trabajo afuera que adentro. “Por eso yo no le temo a la cárcel”.
—Entonces, para usted qué es la libertad
—Para mí en la vida que estamos llevando no existe la libertad. La libertad es que uno tuviera todo lo que necesita, no hubiera hambre, no hubiera necesidad en todos nosotros. Pero si tenemos necesidad, tenemos que trabajar. ¿Qué le llamas tú libertad a la vida que estamos padeciendo y que nos está dando el sistema capitalista? Ellos tienen libertad de hacer lo que quieran con nosotros. No siento que seamos libres. Me siento esclavizado. Sigo siendo esclavo y yo siento que todo mundo es igual, nadie sobre la tierra somos libres. ¿Cómo la ves?
A pesar del transcurso de los años, la vida sigue siendo igual para Gaeta Jara, quien sigue manteniendo su pensamiento socialista. “Mi pensamiento sigue siendo marxista. Siento que si hubiera cambiado de pensamiento ya estaría mejor. Ya hubiera aceptado todas las propuestas que me hizo el gobierno, cuando yo andaba allí. Cuando estuve en la cárcel me daban mi libertad, después me propusieron títulos de ingeniero, de licenciado y los ricos que me conocieron me ofrecían buenos puestos en los ranchos que administrara, coches con gasolina pagada, vacas. Todas esas cosas me ofrecían y nunca acepté nada. Y hasta la fecha todavía no siento que me haya vendido o que haya aceptado alguna dádiva que le dan a uno para que uno viva mejor que los demás. Yo vivo de mi trabajo. Vivo de sacrificios. Siento que el imperialismo no ha cambiado puesto que y simpatizo con los zapatistas. No estoy de acuerdo ni con el gobierno ni con ningún partido. Mi pensamiento sigue siendo independiente. Claro que cuando hay compañeros de partidos que se acercan a mí porque les gusta mi idea, simpatizo simplemente con los compañeros, no con las siglas de los partidos. No creo en ningún partido, porque todos son alcahuetes del mismo sistema, ya le he dicho muchas veces, porque todos reciben dinero del mismo PRI y robado al mismo pueblo”.
Y sostiene que la única solución es la lucha independiente, la lucha zapatista, la lucha del pueblo. No hay otro camino para un cambio verdadero. “Todos los líderes de los partidos son personalitos ¿De dónde salió Cuauhtémoc? ¿De dónde salió Porfirio Muñoz Ledo? ¿De dónde salió la mayor parte del PRD? Conozco la historia del ingeniero Heberto Castillo, claro, él fue prisionero político del 68… pero son puros vividores. El gobierno los mantiene. ¿Cómo viven con sus buenos coches, sus buenos carros, sus palacios? Una gente que es limpia no se presta con el enemigo”.
“¿Que si estoy contento con mi vida? No. —y vuelve a sonreír— Si veo que sufro y los demás, cómo voy a estar contento y más ahorita con la crisis que nos dieron Salinas y Zedillo. ¿Cuál contento, quién va a estar contento? Contentos los que se conforman con una migaja que les dan, yo nunca he estado ¿Cómo la ves?
Julio Melchor, compañero de armas
Al hablar de Julio Melchor, su viejo compañero de armas, recientemente fallecido, Clicerio Gaeta Jara es parco y sincero: “Fue un hombre honesto, ayudaba a los campesinos cuando lo necesitaban, no tengo ninguna referencia mala desde que lo conocí. Fue un compañero leal a la causa y él era uno de los consentidos del compañero Güero Medrano.
“Nos conocimos por medio de compañeros que apoyan un movimiento en la Huasteca Potosina en el 74-75.
“Tuvimos una convivencia excelente, era mi doctor de cabecera. No tengo nada que decir en contra de él.
“Lo único que tengo que decir sobre él es que sí aceptó ser defendido por partidos cuando estuvo preso. No se puede decir que se vendió, simplemente. que como era un poquito más débil de conciencia. Simplemente siento que se le hizo pesada la carga y se le presentó la oportunidad de ser defendido por el PRT y él aceptó. Con su forma de ser contribuyó mucho a escribir, dando alternativas, nociones del socialismo, estando en contra de los gobiernos actuales denunciando los malos tratos al pueblo.
A pesar de que nunca dejó a su partido siguió dando alternativas a la gente que quisiera seguir sus pasos y por esa parte estoy consciente de su trabajo y merece que se le tome en cuenta”.
Publicado originalmente en El Nuevo Amanecer No. 279 del 15 de Octubre de 1995.
