Guerrillas electorales


Dentro de las batallas que integran la campaña electoral, los debates se han convertido en un deporte de apreciación donde cada bando cree que basta con decir que ganó para que esto se convierta en realidad.

El debate entre candidatos no era una tradición dentro de nuestras elecciones tan llenas de otras prácticas folclóricas, como el robo de urnas o el carrusel de votantes, sin embargo, desde aquel ya lejano mayo de 1994, en donde los tres contendientes a la presidencia de la República (Ernesto Zedillo por el PRI, Diego Fernández de Cevallos por el PAN y Cuauhtémoc Cárdenas con el PRD), el enfrentamiento verbal entre candidatos para contrastar sus ideas se ha ido sumando como parte de las campañas y algunos quieren ver en estos puntos claves para definir victorias o derrotas.

¿Los debates definen ganadores en las urnas? ¿Hacen decidir a los indecisos? ¿O sólo refuerzan identidades entre los votantes? Al argumentar sobre los debates y su importancia, por lo general se alude al hoy legendario encuentro entre John F. Kennedy demócrata, y Richard M. Nixon, republicano, en el otoño de 1960.

Al ser el primer debate televisado, impuso nuevas reglas en donde no sólo importan los argumentos sino también el lenguaje corporal. Suele señalarse que quien vio ese debate, vio ganar a Kennedy y quien lo siguió por radio, escuchó ganar a Nixon.

A años de distancia, suele mencionarse que ese debate hizo presidente a Kennedy, situación que podría ponerse en duda, porque quienes afirman eso olvidan varios detalles: ese no fue el único debate, hubo tres más donde Nixon resultó triunfador y, tema ignorado por muchos, esa elección presidencial norteamericana tiene la sombra del fraude electoral en los estados de Texas e Illinois en donde Kennedy resultó triunfador, por ello, podemos poner en duda que el debate haya definido esa elección.

Uno de los mitos que se han creado dentro de las recientes elecciones presidenciales en nuestro país es que en el ya mencionado debate de 1994; quien resultó triunfador para una gran mayoría fue Diego Fernández de Cevallos pero que después de eso se ocultó para no ganar.

Teorías de la conspiración en la política mexicana. Sin duda, Diego Fernández hizo gala de su oratoria y reprobó en democracia a Zedillo y acusó a Cárdenas de regalarle unas playas a su mamá. ¿pero eso bastaba para ganar la elección en donde el PRI hizo uso de la propaganda del miedo y tenía a su disposición una maquinaria electoral corporativista aún bien aceitada?

En el 2000 hubo un debate que no fue pero que nos mostró a los tres principales candidatos y donde Vicente Fox fue exhibido, cuando pronunció sus famosas palabras “Hoy, hoy, hoy”, que en el contexto del encuentro con los candidatos lo hacía parecer terco e irascible. Sin embargo, sus publicistas transformaron esa pifia en un mantra electoral donde convirtieron al “hoy, hoy, hoy” como sinónimo de acelerar el cambio de México.

En el 2006, Andrés Manuel no fue al primer debate electoral seguro de una ventaja electoral que creía insuperable. Su ausencia fue el inicio del banderazo de una campaña negra en contra suya en donde se le acusó de ser un peligro para México.

De la elección del 2012, lo más memorable del debate fue la edecán porque no hubo discurso ni argumentos por parte de los candidatos.

¿Qué tan trascendental es el primer debate en esta elección de 2018? ¿Reposicionará a los candidatos? Evidentemente en esta elección, como lo advertía la portada del semanario Proceso, el debate iba a ser una cacería contra López Obrador.

¿Quién ganó? ¿Quién perdió? En el deporte de apreciación que se han vuelto los debates, diversas ópticas dan veredictos distintos. Todo depende de la estrategia de campaña.

Al igual que el box, otro deporte de apreciación, mientras el retador no noqueé o gané con claridad, el campeón, o en este caso el puntero de las encuestas, mantendrá la corona aunque los jueces declaren empate.

Anaya salió a abatir a su rival López Obrador. Meade también. Y el Bronco a mochar manos. López Obrador trató de evadir todos los ataques y no responder. Salir lo menos golpeado era para él triunfar. Recorrer el ring y aguantar los golpes fue su estrategia. Le funcionó. Anaya iba para demostrar poderío verbal y vitalidad. También lo demostró.

Por ello, las bases y votantes duros de ambos candidatos los vieron ganar.

Pero vuelvo a la pregunta inicial, ¿los debates son definitorios? Sospecho que no. Si las campañas electorales son un símil de una guerra por los votos, el debate fue una batalla más, no un desembarco en Normandía ni una bomba atómica.

En estos tiempos posmodernos tan híbridos, recordando la canción de Rockdrigo González, las campañas más que una guerra son una sumatoria de guerrillas donde se libran pequeñas batallas en diferentes frentes como las redes sociales, los spots, los encuentros con diferentes comunidades académicas o empresarias y mítines en las plazas, las redes de ciudadanos y las maquinarias electorales

Las campañas se han fragmentado y los estrategas deben entenderlo. A una semana, la euforia por el primer debate se ha esfumado y lo que domina ahora es la guerra de spots del miedo contra los de la esperanza y los ecos de los dichos de los candidatos en el encuentro con estudiantes en el Tec de Monterrey.

Aún faltan muchas microbatallas. La historia aún no está escrita. Sólo quien sepa hacer una lectura completa de todos los momentos, sumará más votos.

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