En política estadounidense se utiliza la frase “lame duck” (pato cojo o pato rengo, según la traducción) para denominar a los políticos que carecen de movilidad o de acción política. Generalmente, este periodo sucede tras las elecciones y entre el cambio de mando; pero en otras ocasiones, por las circunstancias políticas, los gobernantes se ven atados a realizar todas las acciones políticas que quisieran, ya sea por no afectar la credibilidad de su partido o por no tener mayoría en el congreso.
En el caso queretano, el gobernador Francisco Domínguez se ha convertido, políticamente hablando -y dejando en claro que no hacemos referencia al hecho de que en recientes días haya usado muletas-, en un pato cojo, toda vez que tras las elecciones su partido ha perdido el poder ejecutivo federal y la mayoría legislativa federal. Esto sumado al ámbito local, donde tuvo un retroceso.
Sin embargo, eso no es lo más grave, puesto que basta con unas pequeñas alianzas en la legislatura para poder volver a tener una mayoría cómoda. La sombra que oscurece la segunda mitad de su gobierno es la presencia de la nueva figura que ha anunciado el presidente electo que sería una especie de superdelegado federal, la cual recaería en el hoy senador y exrector de la UAQ, Gilberto Herrera Ruiz.
Durante el periodo que se ha llamado “de transición” a la democracia -que abarcaría los últimos años del presidente Zedillo y el sexenio de Fox-, los gobernadores acumularon tal cantidad de poder y, sobre todo, manejaron tal cantidad de recursos que la federación dejó a su libre arbitrio que los gobernadores se convirtieran en auténticos señores feudales; virreyes, los llamaron en la prensa nacional.
Tal exceso de poder y capital produjo monstruos políticos, de los cuales Duarte en Veracruz es el botón de la muestra. La nueva figura política propuesta por el presidente electo sería una intentona para contrarrestar ese poder de los gobernadores.
Por ello, el nombramiento de quien fuera el némesis del gobernador Domínguez no ha caído bien en el Palacio de la Corregidora. Gilberto Herrera, quien siendo rector -durante un informe de actividades realizado en plena Plaza de Armas-, dijo que renunciaría a cualquier aspiración política si el gobierno estatal entregaba el recurso económico prometido a la UAQ. Al no cumplir el gobierno del estado, legitimaron la candidatura de Herrera al senado, quien en un vuelco de la fortuna política tendría en Querétaro su próxima parada.
Domínguez, quien se ha distinguido por el poco matiz político y los exabruptos discursivos, ahora se enfrenta a que si bien Herrera no sería su par, sí sería una figura que pueda opacar varias de sus acciones; tomando en cuenta que hasta ahora, los delegados federales de las distintas dependencias no destacaban como figuras políticas de contrapeso. Por ello, llama la atención que en su discurso haya hecho una especie de llamado a la concordia: “La democracia es voto, sin duda, pero no se agota ahí, es también legalidad, libertad de expresión y división de poderes, son contrapesos, respeto a las minorías, fortalecimiento del federalismo, justicia social. Llegó el momento de fundar una democracia colaborativa, de ejercer una política de la reciprocidad. No hay victorias absolutas ni verdades eternas. México es el conjunto de sus regiones, de sus vocaciones y de sus ideas. México es la suma de sus talentos. Por México, todo empeño vale la pena”.
Aunque en los hechos no haya invitado al senador Gilberto Herrera a su informe, llama la atención ese doble discurso. Por una parte, llamando a la unidad y, por otro, teniendo ausencias que pesan.
Faltan poco menos de tres meses para que AMLO tome posesión como presidente de la República y realice los cambios mencionados. Sin embargo, ya Francisco Domínguez llega a su tercer informe de gobierno con una pesada losa, de la cual dependerá de sí mismo si puede hacerla más liviana o el peso de ésta lo hunde.