Víctor López Jaramillo
La vida rodante de Fito Páez lo trajo de vuelta a Querétaro tres décadas después de su primer concierto en esta ciudad. Así lo anunció en su cuenta de Instagram el 12 de mayo cuando publicó una ‘selfie’ frente a un espejo con la leyenda: «Querétaro, 31 años después». Misma ciudad y mismo escenario: El auditorio Arteaga, en un concierto que tenía cierto sabor a revancha para el rosarino.
A finales de la primavera de 1988, el Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (CREA), antecedente del Instituto Mexicano de la Juventud, realizó en el auditorio Arteaga el Primer Festival de Blues, Jazz y Rock en Querétaro 88, en donde se presentaron en diferentes fechas Betsy Pecanins, El Tri, Botellita de Jerez, Tex Tex y Fito Páez.
Pero, el día que le tocaba a Fito Páez tocar —quien promovía su exitoso disco Ciudad de Pobres Corazones y estaba en proceso de grabación del disco Ey—, cayó tremendo aguacero en la ciudad de Querétaro. Para los habitantes de Querétaro es sabido que cuando llueve, lo mas probable es que se inunde la ciudad.
El promotor cultural Hernando Lozada, quien entonces trabajaba en el CREA, cuenta que por la tremenda lluvia ese día era un caos y, por lo tanto, había llegado poca gente al concierto. Sumado a ello, el auditorio no estaba en buenas condiciones, y tremendas goteras hacían que hubiera charcos en el escenario. Una mala noche para Fito, al parecer.
Pero eso fue hace tres décadas; ahora el sol de mayo nos castiga y no hay posibilidad alguna de lluvia. Y el auditorio Arteaga está remozado porque también es sede del equipo de basquetbol profesional de la ciudad: Los Libertadores.
Y en su nueva gira latinoamericana, Fito Páez decide volver a Querétaro, al mismo lugar que hace 31 años. Desde las 6 de la tarde empieza a formarse la fila para entrar al auditorio. Recorre avenida Universidad y dobla en Corregidora. Muchos clones de menos de 30 años de Fito Páez se forman. Alguno que otro curioso se acerca y pregunta que qué va a haber en el auditorio. Afuera hay un señor que revende sus boletos a menos de la mitad de precio, porque los había comprado para ver a su hijo, que iba a ser parte del grupo telonero del concierto, pero de última hora les cancelaron la presentación y decepcionado. Los familiares decidieron regresar a casa.
Se abren las puertas y se puede ingresar al auditorio. El inicio del show que estaba anunciado para las 8 p.m. —ya sin grupo abridor—, se prolongó hasta las 9 de la noche. Alguien ve en Instagram que Fito Páez ha subido una foto a su cuenta desde el camerino y empiezan los gritos para pedir que salga.
Fito se abre paso hasta el escenario y saluda a los asistentes: poco más de 800 personas: quizá un poco menos de lo esperado; pero es que la empresa contratante le hizo poca promoción al concierto. Sin embargo, a Fito parece no importarle si son pocos o muchos y comienza el recital. Lo abre con una introducción de la emblemática Ciudad de pobres corazones, que hace inmediatamente cantar a los asistentes.
Así, hace un repaso por lo más selecto de su discografía, incluyendo los temas del nuevo disco, Ciudad Liberada, que promociona en esta gira.
Al lado del camino, A rodar mi vida, Circo Beat y Mariposa Teknicolor encendieron a los fans. Cabe destacar la electrizante versión de Ciudad de Pobres corazones y el gran solo hipnótico de guitarra. Y dale Alegría a mi corazón cerró un gran concierto. Fito se entregó como todo un profesional y este reportero puede asegurar que más de una lágrima el cantante tuvo que secarse mientras cantaba. O a lo mejor era el propio reportero quien lo hacía. Ese es el poder de la música.