
Víctor López Jaramillo
Dicen que este 21 de mayo del 2011 es el fin del mundo. Yo no lo sé de cierto ni lo supongo pero ya se ha desatado una mezcla de histeria colectiva y cotilleo mundial que ha hecho que este sábado no sea como cualquier otro sábado.
Así, tenemos profetas de la red que anuncian que el final de los tiempos se avecina y que ora si el payaso apocalíptico nos va a cargar a todos.
Ahora es un loco religioso (me lo imagino estilo Flanders de Los Simpsons) llamado Harold Camping, quien basándose en una peculiar forma de interpretar la Biblia, llegó a la conclusión de que este sábado se cumplen 7 mil años del inicio del diluvio que hizo famoso a Noé y su arca-zoológico y por tanto, al ser el séptimo día (para Dios, según el religioso, un día es igual a mil años) se repetirá el evento.
“Preparaos, el fin se acerca”, dicen.
Sin embargo, para este menda, eso del fin del mundo es algo tan choteado que le ha dado por escribir su lista de veces que ha presenciado el fin del mundo y ha sobrevivido.
Verán, mi primer fin de mundo fue allá por 1986, cuando el cometa Halley pasó cerca de este planeta azul.
Si mi memoria no me es infiel, debo contarle que ese año se dijeron toda clase de predicciones. Que si la última vez que había pasado el cometa había coincido con la guerra mundial, con la revolución mexicana y no sé qué otras cosas. El chiste era que nos preparáramos, que ya era una señal del fin del mundo.
¿Y qué pasó? Pues nada. Lo más cercano al fin del mundo fue que la selección mexicana de fútbol fue eliminada en el Mundial donde éramos locales. Lástima, porque ese equipo tricolor tenía mucho corazón y en la cancha lo demostraba (léase al ritmo de esa pegajosa canción)
Seis años después, otra vez vino la histeria. Ahora fue por el eclipse total de sol que se vio en esta parte del hemisferio. Quien sabe de donde empezaron a salir mafufas predicciones que era otra señal del fin de los tiempos. Y por televisión a cada rato aconsejaban no mirar directamente el eclipse porque quedaríamos ciegos, que mejor lo viéramos por Televisa, y así nos atosigaban de comerciales.
¿Y qué pasó? Al final ni fin del mundo ni ceguera masiva como en novela de Saramago. Acaso yo quedé un poco miope, pero eso es genético, no por el eclipse.
Después de eso, los noventas transcurrieron en santa paz. Murió Kurt Cobain y llegó el brit-pop. Y en el 99 llegó otra vez la histeria del fin del mundo. Que en el año 2 mil ora sí se iba a acabar el mundo. A rezar, a portarse bien. El fin de los tiempos.

Y por si dudaban de la religión, también las computadoras pronosticaban el fin: al cambiar de milenio, las computadoras fallarían en masa produciendo catástrofes. Era el famoso 2YK.
¿Y qué pasó? Abrimos el champaña, brindamos por el año dos mil y lo más cercano al fin del mundo fue la cruda del primero de enero.
A eso sumémosle la histeria de la gripe H1N1 y que mi generación ha sobrevivido a cuatro de los peores presidentes de México (Salinas, Zedillo, Fox y Calderón) y al peor gringo (Bush hijo), pues eso de un nuevo fin de mundo no asusta, más bien, es uno más para la colección.
¿Fin del mundo? Sí, uno más por favor.
para estos tantos fines del mundo hay que tener una actitud de bender bah y tomarnos un martini je je
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