Víctor López Jaramillo
I
Escribo estas líneas en pleno Día Internacional de la Juventud. Muchos discursos políticos se pronunciarán. Casi todos habrán caído en el lugar común de decir que la juventud es el futuro de nuestro país, que en ellos depositamos nuestras esperanzas.
Muchos errores se justifican por la juventud y muchas cosas se idealizan en dicha época. Desde mediados del siglo pasado que la juventud irrumpió como actor político al cuestionar el estado de cosas de la sociedad. Del movimiento juvenil vino una revolución cultural el siglo pasado que cimbró los cimientos del sistema.
Hemos convertido a nuestra época de juventud en un rito, un mito y un rito. Frases como juventud, divino tesoro o la de la juventud es el futuro de este país. A la juventud se le diviniza o se le sataniza. Rara vez se le pone en su justa dimensión. A la juventud se le pide rebeldía, se le pide obediencia. A la juventud se le piden soluciones a los problemas que han heredado. A los jóvenes se les promete el paraíso amenazándolos con el apocalipsis.
Actualmente, se define como joven a los hombres y mujeres entre 15 y 29 años de edad. Una tercera parte de la población en Querétaro es menor a los 30 años, es decir, son considerados jóvenes. Una vez llegado a los 30, se considera que la primavera de su vida ha quedado atrás e ingresan a otro segmento poblacional
Querétaro es un estado joven y la mayor parte de esta población se concentra en Querétaro y San Juan del Río. Por ello, en las campañas políticas se usa a los jóvenes como carne de cañón electoral. Para demostrar músculo electoral, se usa a los jóvenes para promover candidaturas.
En la pasada campaña electoral, los jóvenes fueron un actor fundamental. En compensación, se elevó a secretaría lo que era el Instituto de la Juventud. Pero, ¿Ha servido de algo? ¿Han desarrollado verdaderas políticas para atender la problemática juvenil en Querétaro? ¿O sólo se piensa de manera vacua que a los jóvenes sólo deben entretenerse? Me parece que la Secretaría de la Juventud no ha estado a la altura del reto de atender a la problemática juvenil. El tiempo lo dirá.
II
Siempre que se acerca el día de la juventud, recuerdo un poema del francés Charles Baudelaire. Casi al comenzar lo que él consideraba el otoño de su vida, el poeta miró hacía atrás y en vez de convertirse en estatua de sal, escribió un poema titulado El Enemigo, que es como consideraba a su juventud. Les transcribo a continuación unas líneas:
“Mi juventud fue tan sólo una negra tormenta // cruzada aquí y allá por soles luminosos// tal estrago han hecho en mi los rayos y la lluvia// que en mi jardín quedan muy pocos frutos bermejos.
Y heme que ya el otoño toqué de las ideas// Y es menester usar la pala y los rastrillos// para igualar de nuevo las tierras inundadas// donde el agua ha cavado grandes hoyos cual tumbas.
¿Encontrarán las nuevas flores con las que sueño// en este suelo igual que una playa empapado el alimento místico que ha de darles vigor?” (Traducción de Luis Martínez de Merlo)
Así recordaba Baudelaire a su juventud. ¿Cómo la recuerdan o recordarán ustedes?
III
La esperanza es como esa luz al final del túnel. En estos momentos, las esperanzas y los relevos generacionales de cambio están depositados en los jóvenes.
Sin cargarles responsabilidades extras más que el de vivir plenamente su propia vida, les dedico las palabras que el ex presidente Lázaro Cárdenas dirigiría a la juventud en 1970.
“Es bien cierto que la juventud estudiosa y trabajadora requiere capacitación para integrarse a la sociedad en que vive, pero habrá que tener presente que su problema es también de conciencia y que, si llega a manifestarlo en actos de desesperación, es por su violenta inconformidad con un mundo en que conviven, impunemente, la opulencia y los privilegios de unos cuantos con la ignorancia y el desamparo de muchos. Es natural que la juventud se acentúe, en razón de su generosa disposición, una preocupación humana por la suerte de sus semejantes”.