La siguiente historia es extraída del libro Historias Bizantinas de Locura y Santidad, una obra que comprende los libros El Prado de Juan Mosco y Vida de Simeón el Loco de Leoncio de Neápolis. Ambas son traducidas para este volumen por José Simón Palmer y publicadas por Siruela en su colección Biblioteca Medieval.
Pasión Satánica

Juan Mosco
Cuando vivíamos en Alejandría un fiel nos contó esta historia.
Una monja vivía en su casa consagrada a la vida contemplativa y al cuidado de su alma. Estaba entregada al ayuno, la oración y la vigilia y hacía muchas obras de caridad.
Pero el diablo, eterno enemigo del género humano, no soportaba semejantes virtudes en aquella virgen y levantó una nube de polvo contra su persona: inspiró a un joven una pasión satánica por ella. El muchacho acechaba a la monja fuera de su casa y cuando ésta quería salir a rezar a una capilla, se lo impedía, ya que la importunaba y coaccionaba como hacen los enamorados. Tanto era así que, por el fastidio que le causaba el joven, la monja se vio obligada a no salir ya de su casa.
Un día le envió a su criada para que le dijera: «Ven, mi señora quiere verte». El muchacho fue a su casa contento, creyendo que había logrado su objetivo. La monja estaba sentada al telar.
—Siéntate —le dice al joven; y una vez sentado, le pregunta—: De verdad, señor hermano, ¿por qué me angustias de esta manera y no me dejas salir de casa?
—La verdad, señora, es que te deseo vivamente. Cada vez que te veo soy todo fuego.
—¿Qué ves en mí tan hermoso para quererme así?
—Tus ojos.
La monja, al oír que la causa de su extravío eran sus ojos, cogió la lanzadera, se la clavó y se los sacó. El muchacho, al ver que se los había sacado por su culpa, se retiró compungido al desierto de la Escete. Allí llegó a ser, también él, un monje ejemplar.