Hace un año, a un mes de haber obtenido un aplastante triunfo en los comicios de junio, Marcos Aguilar Vega estaba en la cúspide de su carrera política, nada presagiaba una tormenta y sus cercanos auguraban que la alcaldía era sólo un escalafón para llegar aún más alto.
Hoy, a 13 meses que se supo ganador de la capital queretana, su carrera ha dado muchos vuelcos. Su destino no parece marcado por la típica rueda de la fortuna, sino por una montaña rusa, que en estos últimos meses ha tenido muchos picos.
En su carrera política, que empezó a labrar desde que era estudiante de Derecho en la UAQ, ha tenido como principal virtud, hasta ahora, saber adaptarse rápidamente a los cambios.
Es un camaleón político, así lo califican algunos de sus críticos al interior del mismo PAN. Recordemos que, en sus inicios políticos, sus filias estaban más cerca del PRI que del PAN, pero ante el crack político de 1997, cuando el partido tricolor perdió la gubernatura y la capital estatal por primera vez, supo mudar de piel y convertirse en un estandarte blanquiazul.
Primero a la sombra de Armando Rivera, Aguilar Vega supo abrirse camino entre el grupo de los neopanistas y pasar de esa sombra a tener un nombre propio político y ganar una diputación local y, enseguida, una federal.
El siguiente paso natural era la alcaldía y la obtuvo, como ya mencionamos, sin mayores problemas y con unos altos índices de aceptación y muchas expectativas sobre su gobierno, toda vez que su discurso político que ha ido construyendo todos estos años tenía como ejes la movilidad urbana, la transparencia y la rendición de cuentas.
Sin embargo, durante este primer año, esos no han sido sus principales ejes, la realidad política se ha impuesto sobre el discurso y la seguridad ha sido el principal tema que ha tenido que sortear Aguilar. Estos primeros nueve meses de gobierno han sido una montaña rusa para Marcos Aguilar, que ha pasado de la euforia ciudadana al desencanto político. Y esta última frase puede definir al gobierno de Marcos Aguilar Vega de cara a su Primer Informe de Gobierno.
Un buen candidato no necesariamente es un buen presidente reza un dicho político, y en el caso de quien nos ocupa hoy, aplica a la perfección.
Sus primeros meses han estado repletos de conflictos políticos que han desenmascarado el lado oscuro de Aguilar Vega.
Hagamos un rápido recuento: enfrentamiento con el gobernador por el tema de quién es el jefe de la policía de la capital queretana; el famoso “Eddycóptero”, es decir, la renta de un helicóptero para mejorar la seguridad en el municipio, pero que despertó más suspicacias que buenos comentarios; la rebelión de los policías contra el general Rolando Eddy Hidalgo; la privatización de los servicios de limpia y la protesta de los trabajadores que no quieren ser despedidos, el desalojo exprés de la Alameda Hidalgo, bajo argumentos de querer recuperarla.
Entre sus bajas, de todas las batallas que Marcos Aguilar ha emprendido, ya tiene a un secretario de Seguridad Pública y a un secretario de Gobierno, lo cual en el fondo político implica una rendición ante el gobernador Francisco Domínguez, con quien se mantenía tácitamente enfrentado en sus primeros meses de gobierno.
Invicto no ha salido en este primer año Marcos Aguilar Vega.
En su informe, más que innovar en la forma —en los corrillos políticos se dice que será algo nunca antes visto con mucho uso de las redes sociales—, el alcalde debería innovar en el fondo, hacer un verdadero análisis autocrítico de su primer año de gobierno y, a partir de ahí, reencauzar el rumbo, porque hasta ahora su gobierno ha sido una decepción, un desencanto político.