No sé ustedes, estimados lectores, pero siempre que escucho hablar a la mayoría de los políticos mexicanos, me parece que todos fueron juntos a la misma escuela, que desde el jardín de niños se conocen y han tenido los mismos maestros.
Así, cuando jugaban juntos y uno se enojaba, a la hora de proferir un insulto, usaban uno que empezaba con la letra “P”. Así, con todo su coraje, para denostar a su rival que le quitaba la pelota, gritaban esa palabrota que empieza con “P”: ¡P… opulista!, se gritaban.
Cuando la educadora del kindergarten escuchaba tal palabrota con ”P”, le lavaba con agua y jabón la boca al niño que la habría proferido mientras les daba un sermón a los demás niños del kínder político. Esa palabra con “P” nunca deben pronunciarla, nunca deben ser unos populistas, debió decirles su maestra de Política.
Así, nuestros políticos han usado la palabra “populista” como una descalificación, como el insulto final.
Si alguien propone una nueva política pública, lo tachan de populista. Si alguien propone consultar al pueblo, populista es.
Y ha sido tan eficaz la estigmatización de la palabra maldita que ha permeado a todos los sectores de la sociedad y se usa también como descalificación.
Si uno decide ver un partido de futbol soccer, los amigos fans de la NFL lo tachan a uno de populista. Si uno decide entregar su corazón a la persona amada, ésta dudará y lo tachará a uno de populista, bueno, en este ejemplo creo exageré, pero era para demostrar un punto: la adjetivación de la palabra populista como algo profundamente negativo.
Traigo a colación esta reflexión sobre el populismo como adjetivo por lo sucedido en la pasada Cumbre de Líderes de América del Norte en donde dos veces el presidente estadounidense Barack Obama corrigió al presidente mexicano Enrique Peña Nieto sobre el uso de la palabra populismo.
¿Cuándo se volvió negativo el uso de la palabra populismo? Enrique Dussel nos lo explica en sus Cinco tesis sobre el populismo, las cuales publicó en 2007.
El filósofo mexicano primero hace un recorrido sobre el origen histórico del populismo latinoamericano, cuando aún no tenía esa connotación negativa, surgido en el periodo de la posguerra, en donde se crea un nuevo pacto social, que incluía a todos los sectores de la población, aun la alta burguesía. Un proyecto nacionalista que permitió la consolidación de los Estados.
Sin embargo, con el reacomodo del orden global y el dominio del libre mercado, la palabra populismo estorba. Dice Dussel que ahora “se usa para denigrar a los oponentes al consenso de Washington, el neoliberalismo, y que se refiere a gobiernos latinoamericanos neonacionalistas, populares, de protección de la riqueza nacional, que se viene dando desde finales del siglo XX, debe ignorarse en las ciencias sociales”.
Para quien esté interesado sobre el tema, recomiendo leer el texto antes citado de Dussel, donde profundiza sobre el populismo, lo popular y el pueblo.
En tanto, aquí en Querétaro, nos preparamos de cara a los informes de gobierno municipales y el estatal, donde veremos qué tanto nuestros gobernantes lucen sus credenciales populares, que no populistas —o quién sabe, con eso de que Obama ya se autodenominó populista y muchos políticos queretanos admiran de sobremanera al presidente norteamericano.
Abrimos un compás de espera para analizar lo que se diga en los informes de gobierno, en tanto, habrá que repasar los conceptos de populista, popular y pueblo.