¿Contaminar a la ciudadanía?


La leyenda de Casandra nos puede servir de ejemplo. Recordará usted que en la mitología griega a Casandra se le había dado el don de interpretar los augurios y así predecir el futuro, pero una maldición de Apolo la condenó a que nadie creyera sus profecías. Pese a que advirtió lo del caballo de Troya y la caída de esta legendaria ciudad, nadie le creyó.

Y traigo a colación una historia más de la mitología griega porque hace aproximadamente cuatro meses, durante una mesa de análisis radiofónico que conduce mi amiga y colega Isabel Posadas, debatíamos sobre la inseguridad en México y en Querétaro.

Destacábamos el alarmante incremento de la violencia y la cifra de asesinatos a periodistas durante los últimos dos sexenios, los años de la “guerra contra el narco”.

También comentábamos que si bien es cierto Querétaro no mostraba los niveles de otros estados, eso no quería decir que estábamos en una isla aislados y protegidos, que por el contrario, el incremento de algunos indicadores mostraban que ya algo empezaba a estar mal en Querétaro, aunque la autoridad insistiera en señalar que el aumento de las cifras se debía al nuevo sistema de justicia implementado, que facilitaba las denuncias y se abatía la cifra negra.

Aceptando sin conceder, como dicen los abogados, resaltábamos algunos hechos delictivos y el que se incrementaran los hechos violentos con armas de fuego de por medio.

Como era una mesa en un enlace radiofónico en un restaurante, de pronto se acercó una comensal, una señora bien, diría Guadalupe Loaeza, para decirnos que por favor no exageráramos ni fuéramos tan alarmistas, que al final de cuentas, Querétaro estaba bien, según ella.

En estos días, tras la ola de violencia en la ciudad y más asesinatos de periodistas me pregunto si exagerábamos o hay resistencia por ver la realidad. Varios asesinatos en los últimos meses, entre ellos, el de un destacado notario en pleno Centro Histórico son motivo de alarma.

La maldición de Casandra una vez más presente, porque se parece advertir algo, pero de inmediato autoridades y algunos ciudadanos que prefieren el autoengaño salen a decir que “aquí no pasa nada”.

Prueba de ello son las declaraciones del gobernador Francisco Domínguez en el sentido de que todos quienes hablen de la llegada de la violencia a Querétaro, “contaminan a la ciudadanía”.

Algo pasa en Querétaro, algo se ha roto y el gobernador aunque dice respetar las opiniones contrarias, las descalifica de antemano. Y en este punto, quiero entrelazarlo con otro tema, que es el de la violencia contra periodistas. La semana pasada asesinaron a Javier Valdez, reconocido periodista en el norte del país. Hasta ahora, no hay pistas sobre sus asesinos.

La cifra de asesinatos de periodistas y activistas crece y crece y el Estado no garantiza el ejercicio de la profesión.

Siguiendo la lógica mencionada líneas arriba, muchos dirán que en Querétaro no hay violencia contra periodistas, pero no hay nada más falso. En realidad, en Querétaro los periodistas también viven bajo amenaza, si bien no de su integridad, si la represión por la vía económica. El cambio de fuentes es frecuente cuando un reportero resulta incómodo o las típicas llamadas desde las oficinas de prensa para orientar el sentido de una nota.

Sumado a salarios poco competitivos, tenemos un escenario de represión a periodistas. Y si a eso le sumamos la declaración del gobernador que quienes piensan diferente “contaminan a la ciudadanía”, pues se va teniendo un caldo de cultivo de represión en contra del ejercicio periodístico.

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