Aún sin padecer COVID-19, Morena arde en fiebre preelectoral. Aunque todavía no sale humo blanco en las candidaturas, la fiebre de los prerregistros muestra un panorama laberíntico al interior del partido gobernante a nivel federal y que busca por vez primera ganar el estado y la capital.
Aunque muchos podrían ver como debilidad la fuerte discusión al interior del partido, acostumbrados quizá a la disciplina priista de no cuestionar las decisiones del centro o el mutismo panista de lavar siempre la ropa sucia en casa, falta por probar si en realidad son un partido con fortaleza institucional o sólo dependen de la popularidad del caudillo.
Respecto a la discusión interna, cabe recordar que la democracia es mas ruido que silencio y que precisamente el periodo de elecciones internas (o primarias si siguiéramos la lógica electoral norteamericana) sirven para dirimir los conflictos que se tienen.
Una vez superado este breve periodo, de cara a la elección constitucional es donde debieran cerrar filas y enfrentar las elecciones como unidad: si Morena Querétaro llega al periodo de campañas aun dividido y sin sanar heridas internas, si una facción apuesta a llevarse todas las candidaturas sin negociar políticamente con el resto, mostrarán que no tienen vocación de poder como programa de partido y sólo atienden al sectarismo de la facción triunfante.
Hasta el momento, la operación cicatriz por la candidatura de Celia Maya a la gubernatura ha sido nula y le apuestan al ruido mediático provocado por la candidata y la promoción mediante spots en radio, tv y redes sociales, donde la precandidata de Morena se ha visto muy generosa.
Tan mal va la operación cicatriz que incluso el presidente del partido ha tenido que venir al estado a respaldar a la candidata y, al mas puro estilo salinista, pedir a los militantes morenistas que no se hagan bolas, que Celia es la buena. Pero por la falta de transparencia, ha encontrado oídos sordos y la militancia ve cómo se extienden los conflictos ahora por el resto de las candidaturas.
Si bien, para las diputaciones muchas activistas se han sumado y buscan extender la defensa de su causa ahora por la vía electoral, lo que podría darle a Morena un respiro de legitimidad social, en lo que respecta a las alcaldías no hay nada claro y el peor escenario sería que éstas fueran acaparadas por gente ajena al partido y que se convirtieron a la izquierda tras el triunfo de AMLO en 2018.
Un ejemplo sería la posible candidatura por Morena de Arturo Maximiliano García, de honda raigambre panista, quien ahora tras mucho vagar en el desierto político busca la redención en un partido presuntamente de izquierda. Si Max es el candidato de Morena; en realidad, la batalla electoral no será izquierda contra derecha sino de dos facciones del Partido Acción Nacional que buscan ajustar cuentas y en el que la militancia de Morena será mera comparsa.