Las costumbres en la política tienen un fundamento histórico que les dan sentido y hacen que dicha tradición siga y de sentido a la sociedad que la conforma; en el caso de la clase política mexicana, tan afecta a los desfiles, en el siglo XX se institucionalizaron tres que representaban la conformación del sistema: el de la Independencia, que simbolizaba el nacimiento de la patria, según los liberales; el de la Revolución, origen del régimen priista y, al final pero no menos importante, el Día del Trabajo, que simbolizaba el pacto de la clase obrera con el gobierno, aunque en la práctica era la demostración del corporativismo al servicio del presidente en turno.
Los desfiles en la antigua Roma, los desfiles eran una ceremonia político-religiosa para honrar a los generales victoriosos sobre un enemigo de la República, todo con una gran parafernalia, incluida la frase Memento Mori (recuerda que eres mortal) que un esclavo le repetía incesantemente al triunfador mientras le sostenía una corona de laureles y que llega hasta nuestra época en donde no necesariamente es organizado por autoridades y también se hace por grupos que buscan una reivindicación social.
Aunque hay noticias del desfile de Independencia desde tiempos de Porfirio, al consolidarse el Estado revolucionario, en su visión de nación impulsaron estos desfiles como rituales cívicos como actos simbólicos de la integración sociedad-Estado.
El movimiento obrero había sido integrado primero con Ávaro Obregón a la Revolución y después el sindicalismo se corporativizó con Lázaro Cárdenas, pero, de acuerdo con Enrique Krauze, es en el sexenio de Miguel Alemán Valdés en 1947 cuando se fragua el pacto entre el gobierno federal y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la organización obrera más grande del país dirigida por Fidel Velázquez porque ningún obrero podría pertenecer a un partido que no fuera el flamante PRI.
A partir de entonces, el 1 de mayo lejos de ser un día para recordar la lucha obrera, el pacto corporativista CTM-PRI-Presidencia lo convirtió en un desfile del triunfo del sistema priista en donde los obreros, que ese día estrenaban uniformes deportivos dados por los patrones o el sindicato, marchaban no para protestar sino para “agradecer” al presidente por las magras condiciones laborales.
Por ello, si en realidad hablamos de una transición democrática no tiene sentido que, tras la caída del PRI como partido hegemónico, en estados como Querétaro se quisiera seguir con estos rituales que no corresponden con la visión panista de la política y la historia, sino con la de un régimen con el que quisieron romper, pero fueron absorbidos.
El primero de mayo es un día de protesta por las condiciones laborales, no un día de fiesta del gobernador. Por eso, es un paso adelante que esos obsoletos rituales vayan eliminándose del calendario cívico como fiestas del Estado y sean fechas de los movimientos sociales.