Entre Nixon, AMLO y el periodismo


¿Qué diferencias hay entre Richard Nixon y Andrés Manuel López Obrador? Aunque ubicados en extremos contrarios del espectro político están unidos por su misma visión que tienen de que su voluntad debe estar por encima de cualquier ley.

Hace cuatro décadas, en medio del escándalo del Watergate que culminó con la renuncia de Nixon, el expresidente fue cuestionado en una serie de entrevistas sobre las actividades ilegales cometidas por sus subalternos, actividades que lo involucraban directamente a él y a la Casa Blanca. Nixon aseveró que «si lo hace el presidente, eso significa que no es ilegal«. Esta declaración fue seguida por un incómodo silencio, tras el cual Nixon admitió que evidentemente muchos no compartían esa visión, ofreciendo disculpas al pueblo americano por la decepción causada.

Recientemente, un reportaje del New York Times reveló que el gobierno estadounidense había iniciado y luego desechado una investigación sobre posibles vínculos entre colaboradores de AMLO y el crimen organizado. Esta publicación desató la furia del presidente mexicano, quien, además de refutar los señalamientos —derecho que le asiste—, procedió a exhibir el número telefónico privado de la reportera del NYT. Ante la pregunta de otra reportera sobre por qué había violado la ley al revelar datos personales de la periodista, López Obrador argumentó que, por encima de esa ley, se sitúa la autoridad moral y política del presidente. Aunque los tiempos son distintos, la visión del poder entre Nixon y AMLO, y su antipatía hacia una prensa crítica, resulta ser la misma.

No son los únicos políticos, ni serán los últimos, en mostrar desprecio hacia el periodismo. El periodismo, lejos de ser un poder político —como a menudo se le ha etiquetado erróneamente como el «cuarto poder»—, actúa como un fiscalizador de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como de las esferas económicas y políticas. Esta función esencial, sin embargo, ha traído consecuencias adversas para el ejercicio del periodismo en nuestro país.

Aprovecho, hablando de periodismo y de libertad de prensa, que el Semanario Tribuna de Querétaro —el cual tengo el honor de dirigir— cumplió 27 años de haber sido fundado. La historia comenzó el 24 de febrero de 1997, un año fundamental para nuestra democracia que coincide también con la primera alternancia a nivel estatal donde el PRI entregó el gobierno al PAN. Hoy son aliados, el gatopardismo del tiempo.

Bajo el lema de José Vasconcelos, “Educo en la verdad y en el honor”, Tribuna de Querétaro se ha mantenido durante 27 años como una incubadora de periodistas y un formador de opinión pública crítica, comprometido con el periodismo de investigación y el uso de herramientas de transparencia.

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