El 2009 se pintó de rojo


Minerva Contreras/ Víctor López Jaramillo

(Publicado en Tribuna de Querétaro)

Todo lo que fue volverá a ser y todo lo que es dejará de ser…  Proverbio náhuatl.

En 2006, en entrevista con este medio, Manuel González Valle, entonces candidato a la alcaldía capitalina, declaró que no sería el delfín de Garrido en la sucesión gubernamental… y contra su voluntad, lo cumplió; finalmente perdió las elecciones en 2009. Esa fue la marca del año pasado.

Los mítines de Acción Nacional lejos de ser azules se tornaron grises, en muchos casos con más organizado¬res que asistentes. Un González Valle que nunca levantó más que en sus propias encuestas. A tal grado que en la recta final, Francisco Domínguez –quien sí triunfó- marcó distancia con su correligionario.

En la otra esquina del ring político, Calzada supo transmitir esperanza, aprovechar el entusiasmo de los jóvenes y revitalizar a un PRI que sólo vivía de glorias pasadas. Contra muchos pronósticos, salió al ruedo político y cortó oreja y rabo de un toro azul.

En tanto, la izquierda política queretana fue el gran ausente de la contienda electoral. Aunque presentaron candidatos, fueron rebasados por el Verde Ecologista y en su caso, el PRD estuvo a un tanto de perder el registro.

El PT y el PSD hicieron meras campañas testimoniales. Prueba de la debilidad de la izquierda es que uno de sus candidatos, Pedro Pérez Sosa, del PSD, declinó simbólicamente a favor del hoy gobernador.

“Fueron por más y llegaron con menos”.

Triunfalismo. Arrogancia. Excesiva confianza. Para los panistas la elección era un mero trámite. Ni sus más recónditas pesadillas contemplaban tal derrumbe electoral.

Desde las elecciones internas, sentían el aire de victoria. “Carro completo. Carro completo” gritaban tras el triunfo de Manuel González sobre Armando Rivera y Jorge Rivadeneyra.

Luego vino el primer susto cuando, derrotado, Rivera amagó con aceptar la candidatura por la Coalición Juntos para Creer, formada por PRI y Nueva Alianza. Sin embargo, Armando se quedó en el PAN. Sus simpatizantes, quién sabe.

Una vez superado este escollo, AN se dedicó a organizar una campaña donde hubo más generales que soldados. Su eslogan fue “Vamos por más”. Nunca aclararon por qué más iban.

Lejos de preocuparse por presentar una propuesta atractiva para la sociedad, sus mítines se reducían a González Valle repitiendo el mismo soliloquio, que era una calca que había usado Garrido hace seis años. Y terminaban con el mantra político: “Este arroz ya se coció”, creyendo que con eso aseguraban el triunfo. Sin embargo, el enemigo estaba en casa.

Durante el proceso, el regidor panista por Corregidora, Antonio Navarro Cárdenas, denunció que la empresa Concremas, cuyo accionista mayoritario es el padre de Manuel González Valle (Manuel González Juaristi) presuntamente se benefició de la obra pública que realizó el ex alcalde capitalino durante su administración.

El caso sigue hoy vigente, ya que el ex candidato demandó a su correligionario por daño moral al considerar que sus declaraciones influyeron en los resultados de pasado proceso electoral.

Una vez pasadas las elecciones, Julio Sentíes Laborde, Secretario de Estudios del CDE del PAN, cuestionaría la falta de eficacia en la campaña y el pésimo eslogan.
De acuerdo con el ex titular de la PGJ, le resultó perjudicial usar como lema “Vamos por más” y aseguró: “están acusando a González Valle con fundamentos, o sin fundamentos de que ha hecho negocios a favor de su familia, entonces ¿vamos por más qué?, ¿más dinero?”.

“Si tanto les gustan los aviones, mándalos a volar”.

El PRI volvió a su origen. Recordó su manual no escrito de usos y costumbres sobre cómo ganar una elección, se olvidó de elecciones internas que lo desgastarían y ungió a José Calzada, como candidato de unidad.
Se acordó que era un partido de masas y salió a buscarlas.

Mítines con enchiladas, refrescos, playeras, gorras, funciones de lucha libre gratis. El PRI regresó a su estilo populachero. José Calzada se puso la playera sudada de Los perros del Mal, esos famosos luchadores, ante el delirio de los fanáticos.

También fue al encuentro directo de los obreros en sus lugares de trabajo, amas de casa y ancianos. Pero sobre todo, con los jóvenes.

Y su campaña supo utilizar las más novedosas técnicas de marketing político y supo adaptarse a las exigencias del duelo electoral, como cuando se filtró el mal uso de las aeronaves propiedad de gobierno en la administración estatal, en donde sacaron espectaculares con el hoy famoso eslogan “Mándalos a volar”.

En la búsqueda del voto perdido

La batalla proselitista se trasladó al estadio Corregidora. Ahí los candidatos buscaron conseguir lo que no habían logrado en las calles: empatía con la población. Sonrientes y con la playera de los Gallos Blancos en sus cuerpos, acudieron al inmueble mundialista con el propósito de captar la atención del público.

Era evidente que los dueños del estadio estaban con los azules, aunque había playeras con la provocadora leyenda: Soy panista pero estoy con PP.

El PSD no alcanzó a pasar al estadio y se conformó con hacer propaganda en las inmediaciones.
El entonces perredista Guillermo Félix sí se coló al estadio pero era una semilla de mostaza en el mar azul y rojo.
La batalla también se dio en espacios virtuales. Facebook y YouTube fueron los principales escenarios. La carrera por ver quién tenía más amigos la ganó Calzada, que también respaldado por su blog contaba a los ciberlectores detalles de su propuesta política así cómo había conocido a su esposa y sus grupos musicales favoritos (Maná).

Y llegó el debate oficial

Tras un frustrado intento por realizarlo en la UAQ, el escenario fue el Club de Industriales. Dos batallas se libraron. Afuera, los simpatizantes competían por ver quién gritaba más fuerte o que música era más estruendosa.

En tanto adentro, dominando los nervios ante un auditorio VIP, con las luces en sus rostros, las cámaras moviéndose, inició el duelo de ideas.

José Calzada Rovirosa transpiraba, el maquillaje falló y sus ojos terminaron por delatar su nerviosismo. Pero también Manuel González Valle se veía intranquilo y, desesperado, buscaba dónde poner sus manos.

El primer golpe fue directo. Calzada criticó a González Valle por el desperdicio de recursos, lo cual equiparó con corrupción. Puso de ejemplo la construcción del Parque Bicentenario y enumeró hospitales y escuelas que se pudieron haber construido con ese dinero. “Manuel, eso también es corrupción”, fue su rúbrica. El panista nunca respondió.

En el debate hubo otro debate: donde se enfrascaron el PRD y PSD para demostrar quién era la izquierda más light. José Carlos Borbolla y Pedro Pérez Sosa maquillaron el rostro de su partido: no somos izquierda radical, no construimos barricadas, no construimos muros, hacemos propuestas, dijeron casi al unísono.

Escasea la crítica y el candidato del PRD demostró que necesita unas clases de geografía queretana.

Izquierda sin brújula

Ya lo había dicho José Carlos Borbolla García, candidato a la gubernatura del estado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que sus actividades no se publicaban en los medios de comunicación masivos porque no podían pagarlas:

“No hemos sido cubiertos por la prensa porque nosotros no tenemos el recurso para que nos anden acompañando los reporteros”; sin embargo, tampoco logró hacer de la militancia una fuerza vigorosa pues se estancaron en sus luchas internas.

Sólo Francisco Núñez Montes, candidato a gobernador por el PT, intentó convocar a la población de manera diferente. E impulsado por el Partido Social Demócrata (PSD), Jair Abdul Méndez Castillo se presentó como el candidato de la diversidad lésbico, gay, bi, trans y heterosexual, en busca de una vida digna y sin discriminación para este sector.

Y llegó el día

El 5 de julio, ya es historia conocida. Regresó el PRI.

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