Víctor López Jaramillo @viloja
Una red de agujeros
Aguirre, como Moctezuma, se vio en el espejo negro de Tezcatlipoca y ahí se perdió el partido ante Argentina. Pero a diferencia de Moctezuma, nadie apedreó a Aguirre ni Cuauhtémoc tomó su lugar como comandante en jefe para encabezar la nación tenochca.
La selección mexicana de futbol fue reflejo de su técnico: ambivalente, bipolar, de lo sublime a lo ridículo en segundos. Producto de un líder que va del discurso pesimista-realista al optimista-ilusionista en segundos. De una selección de un país de jodidos, a un equipo que iba a hacer historia. De un discurso que México está jodido al de “vamos a cambiar la historia”. Del México derrotista al México de las gestas heroicas.
Y todo se quedó en discurso hueco, vacío, dejando desolados a los aficionados tenochcas que golpeaban los muros de concreto y no tenían más herencia que un conejo en una portería hecha una red de agujeros. Y pese a tener a Rafa Márquez como resguardo, ni con ese escudo pudo ser sostenida la soledad de su derrota. (Sí, es el poema azteca “Después de la derrota” en versión remix futbolera)
Same old song
Y otra vez, como en épica josealfrediana, a tropezar con la misma piedra y a brindar con extraños por los mismos dolores.
Y sí hay quinto malo. Quinta vez consecutiva que se llega a octavos de final y quinta vez que se queda fuera. Y a hundirse en el rincón de una cantina a escuchar la canción que se pidió, que toquen otra vez la Copa Mundial que se nos fue.
Nada presagiaba una derrota al inicio del partido ni el Lago de Texcoco ardió, en señal de mal agüero.
Y otra vez a jugar con doña Esperanza, esa gran fortaleza y debilidad del ser humano que ha hecho de los mexicanos sus clientes preferidos. La esperanza de que el futbol fuera como en lo comerciales y que si el Chicharito anota, México gana.
Una alineación distinta con Bofo, Chícharo y Guardado de inicio, como para ganarle a la lenta defensa argentina. Y en principio, todo parecía salirle a Aguirre y a los de verde.
Argentina maniatada, Messi separado del balón sufría una soledad indecible. Maradona apelando a la historia y que haría sentir su peso a México. Y Aguirre y su discurso que ahora suena oxidado, destinado al basurero de la historia.
Un tiro de Salcido al travesaño y otro de Guardado. Todo bien para los verdes hasta que el agua del Lago de Texcoco comienza a hervir: Conejo suelta un tiro que parecía fácil de controlar, Messi la bombea y Tévez cabecea a gol en claro fuera de lugar. Se marca gol. Los mexicanos protestan, el árbitro consulta con el abanderado y éste con cara de niño espantado tras ver la repetición en las pantallas del estadio no sabe decir que no. Si fuera futbol americano, este era el momento de tirar el pañuelo y pedir revisión de jugada. Pero no, es soccer y se marca gol.
Y el dios azteca de barro cae metafóricamente del Templo Mayor e inicia la caída de la escuadra tenochca. Osorio al entender que no hay dioses que lo protejan y que, en todo caso, el único D10S está en la banca contraria, comienza a dudar y lo que debería ser un pase lateral de rutina, lo convierte en una asistencia al argentino Higuaín, que no la desaprovecha y marca el segundo.
Y de la euforia se pasa a la depresión. Twitter y Facebook son los mejores termómetros. Se teme una goleada. El twittero Federico Arreola (@FedericoArreola), quien apoyara en campaña a Andrés Manuel López Obrador en el 2006, afirma: «Una trampa seguida de una traición, la eterna historia de México», en relación al gol fuera de lugar y a la traición mental de Osorio.
De vuelta al caos
Y vino el caos. Otra vez Márquez se desespera y empieza a faulear. Han vuelto a ser ratoncitos verdes que corren espantados por el terreno de juego. Aguirre lo único que quiere no es que sólo se acabe el primer tiempo, sino que se acabe su pesadilla de dirigir a la selección y que no tenga que grabar más comerciales para la Iniciativa México.
Y vino el descanso. Un inútil esfuerzo por recomponer y la salida de Bofo, que fue un fantasma rulfiano errando, y la entrada de Barrera, que sumado al pundonor de Guardado, hace que México por lo menos intente dar pelea.
Pero otra vez, los dioses aztecas del futbol fallan y un riflazo de Tévez termina por agujerar la portería del Conejo. Es el fin, Argentina no quiere más, tiene que guardar energías para el duelo contra Alemania y México no puede dar más, y menos Aguirre que como hidalgo español que se siente, sin consultar a su Sancho Carrillo, saca a Guardado y mete a Guille. Y otra vez el caos. Argentina ya no va por más goles, sólo quiere que no le peguen a Messi. Deja espacios, consiente a los mexicanos y les regala la pelota.
Pero el Chícharo saca fuerza de donde Aguirre ya no tiene y tras una gran jugada en el área argentina mete el gol de la honra. Es muy tarde, ni Aguirre lo celebra. Sólo los mexicanos en las tribunas lo festejan y esperan el segundo y el tercero. Y se quedan esperando. No hay más. Hasta aquí se llegó.
No hubo milagro ni sorpresa. Y de la esperanza sólo quedó como herencia una portería hecha una red de agujeros.