* Publicado en El Universal Querétaro el 30/04/2013
Mientras doy un último sorbo al café y veo como la tarde queretana se inunda de luz como de rosa en Bengala (como la describió Borges), es inevitable que no vea el ajetreo de autos y gente que corre desesperada ajena al baño de luz vespertina.
Es el nuevo Querétaro. Es el Querétaro que se sueña progresista, inversor, capitalista. Pero de noche, cuando la temperatura comienza a refrescar, el otro Querétaro, el conservador, el aristocrático se lamenta de tanta modernidad. Los viejos edificios barrocos miran con recelo a los modernos edificios
Querétaro vive un momento definitorio de su historia. Por una parte, los sueños de grandeza de ser una metrópoli están cada vez más cerca, sin embargo el costo que hay que pagar es que decir adiós a esa tranquilidad de provincia de los años 40.
Como el dios Jano en la mitología romana, ahora Querétaro mira hacia el pasado y hacia el futuro. Los que miran al pasado se lamentan por la ciudad “que se les fue”. Los que miran al futuro, ven con optimismo el brillante porvenir y las oportunidades de negocio que vendrán.
Pero cuidado, que los sueños de la razón pueden producir monstruos, como bien lo advirtió Goya. Por una parte, el crecimiento desmedido ha provocado que en horas pico, la ciudad se vuelva la capital del caos.
Una falta de planeación urbana, un desbordado crecimiento demográfico y un crecimiento de las desigualdades sociales son el costo que hay que pagar por el sueño de modernidad. Los sueños de desarrollo pueden producir monstruos urbanos, sin duda.
El Centro Histórico es idílico, bañados sus edificios barrocos por la luz vespertina pueden crear esa aura de que se vive en un paraíso. Sin embargo, un recorrido fuera del primer cuadro de la ciudad, nos muestra esos problemas de falta de planeación urbana.
La falta de un transporte público eficaz puede provocar que la ciudad se paralice. Solo por mencionar un tema, no olvidemos que el agua es otro de los problemas principales.
La solución no está en mirar al pasado y lamentarse nostálgicamente como lo hacen muchos que añoran su ciudad “tranquila”. La solución no pasa por rechazar al “foráneo” que quiere vivir en Querétaro porque se le presentó una oportunidad de negocios. La solución no debe de pasar por culpar al otro porque Querétaro le gustó para vivir.
La solución debe de pasar por definir el modelo de ciudad que queremos. Hasta ahora, el monstruo urbano que toma forma sólo favorece al automóvil. Querétaro es una ciudad diseñada para el automóvil, no para los peatones ni los ciclistas.
Así, mientras al fondo de la taza, la borra del café dice que debemos entender de qué Querétaro son muchos Querétaros y que ya no es la ciudad levítica y monolítica del siglo XVIII. Los queretanos debemos enfrentar al siglo XXI con esa convicción de que es el momento de replantear y exigir a las autoridades que hagan una verdadera planeación urbana. O lo hacemos, o Querétaro colapsará urbanamente víctima de su propio éxito económico.