Víctor López Jaramillo
“¿Estás con Policarpo o con Torres Landa?”, fue la pregunta que en mi infancia me hicieron mis compañeritos de primaria. Y de la certeza de mi respuesta dependía que no me tumbaran los dientes. “No sé”, respondí. Pregúntale a tus papás, me sentenciaron.
Mi familia y yo apenas teníamos dos meses en San José Iturbide, Guanajuato. Para un niño, la política es el reino de la aburrición y mis padres no sabían quiénes eran los susodichos. Recién desempacados de San Juan del Río, mis padres me dijeron: di que estamos con Camacho Guzmán, entonces gobernador de Querétaro. Y eso dije. Incapaces de conocer otro nombre político más allá de la dualidad local, mis inquisidores dejaron mis dientes intactos.
En ese otoño de 1983 aprendí una lección: La política no es tan aburrida. Apenas el año anterior, San José Iturbide se había cimbrado por el movimiento político llamado Causa Iturbidense cuyo principal fruto fue lograr que un jovencísimo Juan Ignacio Torres Landa fuera presidente municipal tras romper con el PRI.
Apoyado por un amplio número de ciudadanos para ser candidato por el tricolor, la candidatura le fue negada desde el CEN del PRI y ésta fue otorgada a Policarpo Vargas. Juan Ignacio intentó registrarse por el PARM, sin embargo, dicho partido había perdido el registro en las elecciones de julio de 1982. Optó por la vía independiente y la Causa Iturbidense tomó el color verde como distintivo y en cada casa de simpatizantes se colgó un moño de dicho color.
Entrevistado por este reportero en junio de 2006 para un documento académico, Juan Ignacio Torres Landa declaró que “la gente siguió el impulso de que deberíamos de llegar a la alcaldía y es como alcanzamos la Presidencia Municipal a través de un triunfo bajo fórmula no registrada, ni siquiera círculo independiente. No estaba el nombre impreso en la boleta, la gente tenía que colocar el nombre del Ayuntamiento en el recuadro para candidatos no registrados y bueno, fue un triunfo maravilloso, arriba de un 80%.”
La política calentó ese frío otoño iturbidense. Tanto que hasta la casa del candidato priista Policarpo Vargas ardió en llamas y se vio obligado a abandonar el pequeño pueblo.
Divididas las actividades de cada miembro de la familia Torres Landa, Juan Ignacio sería el político; otros hermanos, los empresarios. Y Juani, como le decían de cariño, iniciaba brillantemente. El plan era ser alcalde, diputado local, federal y finalmente gobernador de Guanajuato. En ese junio de 2006 comentó que había llegado hasta tercera base, sólo faltaba llegar a home.
El brillante inicio pronto fue opacado. El conflicto: querer regresar al PRI. Lo que parecía ser una primavera democrática, pronto se volvió invierno cuando en 1983 anunciaba el regreso al partido por el que su padre Juan José Torres Landa había sido gobernador.
En una plaza pública, anunció el regreso a su viejo amor. Muchos iturbidenses aplaudieron; otros, simplemente se desilusionaron de la política. Su carrera fue ascendente pero sin la heroicidad que da el pelear contra el sistema.
Su renuncia al PRI había dejado una enseñanza en la política local: es posible derrotar al partido hegemónico. Y de hecho, ese fue el principio del fin del tricolor en ese rincón de Guanajuato. Aspirante que no era beneficiado por la candidatura, renunciaba para derrotar al PRI desde otra fuerza política. Desde 1991, el PRI no gana en San José Iturbide.
La prueba de fuego llegó en el año 2000. La gubernatura estaba al alcance de la mano. El rival era un candidato azul pero muy gris. Parecía un contrincante a modo para lograr la carrera perfecta.
Dama caprichosa es la política y a veces le da por obedecer las reglas de la física: a cada acción corresponde una reacción en sentido inversamente proporcional. Y en ese 2000, su campaña de 1982 lo alcanzó. En pleno debate entre candidatos a la gubernatura de Guanajuato, una voz del pasado emergió desde la penumbra, interrumpió el debate y le reclamó que él le había arruinado su vida y quemado su casa. En efecto, era Policarpo Vargas que regresaba sólo para cobrar venganza contra Torres Landa.
Ese año el PRI y él tuvieron su derrota más estrepitosa. Parecía el ocaso del partidazo y de su carrera. Alejado de los reflectores políticos, lamió sus heridas, esperando una segunda oportunidad al bate. Los negocios y desencuentros ecológicos en San Luis Potosí lo esperaban.
En el 2012 la ansiada gubernatura estaba nuevamente al alcance de la mano. Con un PAN desgastado, un candidato presidencial priista apoyado por Televisa y el ánimo renovado, Juani emprendió otra vez la aventura. Nuevamente, la sombra de Policarpo Vargas se asomó en el debate para acusarlo. Incluso hoy sigue abierto un proceso legal por esa intervención.
Su partido recuperaba la Presidencia de la República e incluso el bastión azul de León. Pero a él, la dulce victoria definitiva se le negaba.
Juan Ignacio Torres Landa llegó a primera base con la alcaldía, a segunda con la diputación local, a tercera con la federal. Con dos turnos más al bate fue incapaz de conectar de hit y llegar a la gubernatura. Le faltaba un turno más pero la muerte no le permitió batear por última vez…
Siempre en mi memoria retumbará esa pregunta que me hicieron en mi infancia: ¿Estás con Policarpo o con Torres Landa?
con ningún hijo de p…… pinches ratas, son gobierno solo para robar y el pueblo sufre pobreza., chin…….. se el púeblo
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con ningún hijo de p…… pinches ratas, son gobierno solo para robar y el pueblo sufre pobreza., chin…….. se el púeblo
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COMO SE LES HACE SABER DEL DESPRECIO DEL PUEBLO, SI SOLO SE PERMITE ADULACIÓN. FUERA DE MI VISTA
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SOLO DE ESCHUCAHR ABLAR DE LOS POLITOS ME DAN GANAS DE VOMITAR. SON UNAS RATAS ASQUEROSAS.
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