Es frase común decir que si el escritor Franz Kafka hubiera vivido en México, hubiera sido un escritor costumbrista… A esa sentencia habría que añadirle algo: si Kafka hubiera vivido en Querétaro, hubiera sido agente del ministerio público.
Acostumbrado a medrar en el caos del laberinto burocrático que es la impartición de justicia en el estado, quienes pretenden impartirla han cometido desatinos que han colocado a Querétaro en la agenda nacional.
El más reciente caso es el del niño que fue atropellado y que fue acusado de no haber cedido el paso a la camioneta que lo arrolló. El absurdo como emblema de la justicia.
Lamentablemente, no es un caso único ni meramente anecdótico. La procuración de justicia en Querétaro está llena de absurdos y casos lamentables que ponen en entredicho el famoso aforismo de que la justicia es imparcial porque es ciega y no mira a quien favorecer.
Hurgando en los pasajes de la memoria podemos encontrar un emblemático caso lleno de irregularidades. Un incidente de tráfico entre conductores de un modesto automóvil y un lujoso BMW derivó en la muerte del primero.
¿Qué pasó exactamente esa oscura noche de noviembre? No se sabe aún. Pese a tener evidencias, las autoridades no han aclarado nada. ¿Quién fue el asesino? No lo sabemos. Eso sí, sabemos quién no fue porque el entonces procurador llegó al absurdo de citar rueda de prensa para anunciar y exculpar al principal sospechoso.
La justicia en Querétaro no es ciega, mira y apoya al poderoso y castiga al pobre.
O en el ámbito de la justicia federal está caso de las mujeres indígenas acusadas de haber secuestrado y golpeado a agentes federales. Vaya absurdo, ahora resulta que agentes entrenados son sometidos por indefensas mujeres y en castigo, van presas. Nuevamente, la justicia no es ciega, mira a favor de quien tiene el poder y castiga al indefenso.
O está el caso de que un bebé fue llamado a testificar. O el ya comentado del niño que no cedió el paso a la camioneta.
Algo está podrido en la procuración de justicia de Querétaro y cada vez huele más mal. Evidentemente la justicia no es ciega y se cubre con el lujoso manto de la impunidad.
La justicia es una quimera cuyas cabezas son el poder económico y político, que vomita fuego para calcinar a todo aquel ciudadano indefenso que tenga la mala fortuna de cruzarse en su camino.
¿Cuántos ciudadanos no temen verse involucrados en cualquier asunto que implique pisar una agencia del MP porque saben que se verán perdidos en ese laberinto de impunidad?
Es esa la desconfianza en la impartición de justicia que erosiona el sistema democrático. Si uno de los pilares en los que se funda el Estado se resquebraja, pronto todo el edificio se colapsará. Si no lo creen, miren hacia Michoacán. La justicia, estatal y federal, solapó la impunidad de grupos criminales. Cansados, los ciudadanos decidieron armarse y tomar la justicia por su propia mano.
En Querétaro, la impunidad parece ser moneda corriente. Hay que olvidarse del discurso que los criminales llegan de fuera y rompen la tranquilidad estatal cuando en realidad con la impunidad se está gestando un nuevo conflicto. Al tiempo.
Y para rematar, con perdón de Kafka:
Al despertar una mañana, tras un sueño intranquilo, la justicia queretana se encontró en su cama convertida en un monstruoso insecto. Estaba echada sobre su duro caparazón de su espalda y, al alzar un poco su cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades…
Con todo respeto. Un enfoque un tanto absurdo por su generalidad e ignoracia de la naturaleza de ambas figuras. La juridica y la cultural citada
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