La agonía del poder


Víctor López Jaramillo

Si el poder se vive desde la soledad del despacho, dejar de ejercer el poder se vive como una larga y lenta agonía. La tentación de seguir siendo el factor principal del poder está latente para los expresidentes pero hay una regla de oro que siempre olvidan: el poder no se comparte.

Este proceso lo han vivido varios expresidentes de la República y ahora lo vive Calderón tras la derrota de su delfín en la elección interna del Partido Acción Nacional.

La diferencia con Calderón es que ahora ve frenado sus deseos no por una purga en la élite, sino por un proceso de elección de su partido, en efecto, acotada, pero al fin de cuentas, un ejercicio democrático.

Cada proceso del duelo de poder los expresidentes ha sido diferente. En el siglo XX, dominado por el presidencialismo priista que Daniel Cosío Villegas denominó una monarquía absoluta, sexenal y hereditaria por línea transversal, el sucesor se veía obligado a frenar cualquier intento del presidente saliente por intentar ser un poder detrás del trono.

Miguel Alemán vio frenado todo impulso cuando desde el discurso de toma de posesión, su sucesor Adolfo Ruiz Cortines cuestionó acremente las políticas del anterior sexenio y ofreció que su gobierno sería totalmente diferente.

En 1969, cuando Gustavo Díaz Ordaz admitió ser el responsable de los acontecimientos de octubre de 1968, lo cual le abrió las puertas a Luis Echeverría, no necesariamente significó que Díaz Ordaz se mantuviera como figura predominante el siguiente sexenio; por el contrario, Echeverría se deslindó inmediatamente de él durante la campaña, lo cual valió para que Díaz Ordaz se lamentara cada mañana al rasurarse por haber escogido a Echeverría como sucesor, según nos cuenta José Agustín en su trilogía Tragicomedia Mexicana.

El mismo Luis Echeverría se vio tentado a ejercer el poder a través de su amigo de la infancia y sucesor José López Portillo. La respuesta de Jolopo fue hacerle una oferta a Echeverría que no podía rechazar: ser embajador en las islas Fidji. El mensaje era claro, el poder no se comparte.

El caso Salinas contra Ernesto Zedillo deja clara constancia de ello. Ante los primeros embates de Salinas de culpar al equipo zedillista de la debacle económica, la respuesta fue encarcelar al hermano incómodo del expresidente. Y cuando Salinas quiso volver a intervenir, unas grabaciones echaron por tierra cualquier intento de regreso del egresado de Harvard.

Ya durante el periodo del PAN en el poder, tras dejar la presidencia, Fox siguió como dicharachero pero no pudo ejercer mayor influencia, porque fue bien acotado por Felipe Calderón.

Y si el propio Calderón tenía intención alguna de seguir teniendo influencia política, esta le fue negada, no por una limpia entre la pequeña élite sino por sus propios correligionarios. ¿Qué tanto pesó a Ernesto Cordero ser alguien cercano al exmandatario? ¿Los panistas consideraron que sería el instrumento de mantener a calderonismo después del 2012?

El mensaje de  la militancia panista fue claro: quieren dejar atrás cualquier signo de calderonismo y le dieron el triunfo a Madero, ya el tiempo dirá si era la mejor opción para un alicaído panismo que aún no supera el duelo por dejar el poder presidencial.

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