
Víctor López Jaramillo
La migración no es un fenómeno nuevo. Sin migración, el ser humano no se hubiera expandido y multiplicado por el mundo. Aunque desde hace miles de años, el ser humano es sedentario, cuando las circunstancias son adversas, recuerda su pasado nómada y busca mejores tierras. Migrar es sobrevivir.
Aunque en el medio propagandístico gubernamental, se presume una edad de oro económica de Querétaro y hasta presumen que el presidente estadunidense Barack Obama destacó al estado como ejemplo, hay una realidad lacerante a la que no se pueden cerrar los ojos.
En efecto, me refiero a la migración. Ya sea por los queretanos que se ven obligados a emigrar a los Estados Unidos a buscar esa oportunidad que se queda atrapada en el discurso, o los migrantes centroamericanos que tienen en Querétaro un punto de paso y que simplemente necesitan agua o un poco de alimento para seguir su camino.
Quizá suene a lugar común, pero imagina por un momento que en el lugar donde has vivido y cultivado tus sueños de juventud y, pese a que has sido buen ciudadano, simplemente no hay oportunidad alguna.
Que la empresa que el gobernante fue a inaugurar con bombo y platillo, para no perder capital, simplemente cierra y deja personas sin empleo; que la violencia se ha vuelto el cáncer del pueblo donde naciste; que la única oportunidad de sobrevivir, es emigrar, buscar otra oportunidad en un nuevo lugar, que hay que empezar de nuevo, que hay que guardar el dolor y kunderianamente descubrir que la vida está en otra parte.
Y sólo queda mirar al norte como única esperanza. Sin mirar atrás, buscas cobijo bajo el cielo septentrional. Simplemente, la tierra donde has nacido te expulsa. Te has convertido en migrante.
México es un país de migrantes. Cada año, miles de mexicanos tienen que buscar en Estados Unidos, principalmente, una oportunidad laboral, por nimia que sea, que no consigue en estos lares. Muchos no llegan, el destino los alcanza antes.
México es un país de paso de migrantes. Miles de centroamericanos tienen que cruzar por nuestro país para llegar a EUA para intentar recomenzar su vida. Muchos no llegan, el destino los esperaba en nuestro país.
Peor aún, Querétaro no es precisamente un paraíso, como lo pinta la propaganda gubernamental, para los migrantes que están de paso pues en el Bajío sufren “persecución, desapariciones, secuestro y complicidad de la Policía con el crimen organizado”, como denunció el sacerdote jesuita Pedro Pantoja Arreola, durante las Primeras Jornadas de Migración realizadas en la Universidad Autónoma de Querétaro.
La situación se torna más grave cuando, cual espada de Damocles, el desalojo pende sobre la Estancia del Migrante González y Martínez en Tequisquiapan. Los pocos espacios de apoyo para quienes viajan a Estados Unidos y por accidente geográfico pasan por Querétaro, se cierran ante la indiferencia ¿o complicidad? de las autoridades.
Indiferencia en el caso de los migrantes queretanos de la Sierra Gorda desaparecidos. Cuatro años ya y no hay noticias de ellos. El polvo del silencio cubre su caso.
Historias de terror, tanto para los migrantes centroamericanos como para los migrantes mexicanos. Imagina que tuvieras que migrar en esas condiciones. Migrar es jugarse la vida. No cerremos los ojos ante esa realidad.