Víctor López Jaramillo
No he venido a hablar de futbol ni a dar un discurso con el lugar común de la intelectualidad de condenar al futbol y decir que es el nuevo opio del pueblo, ni tampoco usaré el latinismo para calificarlo como el panem et circenses contemporáneo.
Si en algo coinciden los intelectuales de derecha y de izquierda es en descalificar al futbol, cada cual con sus argumentos.
Al respecto ya escribió magistralmente el uruguayo Eduardo Galeano (quien debe de estar pendiente lo que pasa con la garra charrúa en este mundial) : “El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la certeza de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo se merece. Poseída por el futbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere.
“En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al futbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una fascinación perversa, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase”. (Este tecleador le quitó los acentos uruguayos a la palabra futbol para que suene como lo pronunciamos los mexicanos, dispense usted la licencia)
Hasta aquí lo que dice Galeano.
No he venido a dar un discurso para convencer a quienes no les gusta el futbol. No haré apologías estéticas ni caeré en el lugar común de decir que este moderno juego de pelota es una representación metafórica del universo.
Tienen toda la razón los que critican a la FIFA por ser una entidad mafiosa, que durante los mundiales se convierte en un Estado dentro del Estado y es quien más gana dinero dejando al país sede más pobre de que cuando empezó el Mundial.
Tienen toda la razón los que critican que el futbol se use como arma política. Pero el hecho de que el gobernador Calzada, el alcalde Loyola Vera y el diputado Braulio Guerra posen festejando el gol de la Selección Nacional, no los va a hacer más populares ni conocidos entre la población. El baño de pueblo mundialista no tendrá los efectos electorales esperados. La forma de cómo entra un balón a la portería no define como entran los votos a las urnas.
Ni es regla que el carisma de un jugador se transforma en votos. Ya ha habido casos de exjugadores que quisieron ganar un puesto de elección popular pero fueron derrotados. Y hay casos contrarios, pero se debe más a su trabajo político, como el mítico Romario da Souza, quien de ser delantero letal de la selección brasileña, ahora es un feroz
diputado de oposición a la corrupción generalizada que impera en la organización de la Copa del Mundo en Brasil. Y tan certero es que se atreve a decirle a Pelé que guarde silencio porque El Rey del futbol defiende a capa y espada el mundial. “Pelé es un poeta cuando calla”, dijo Romario, siempre letal como en Estados Unidos 94.
La protesta contra el Mundial también estuvo presente en México en 1986. Cuando Televisa y Miguel de la Madrid decidieron acoger la Copa Mundial que Colombia declinó organizar por cuestiones económicas y políticas.
Un gobierno incapaz de responder tras el temblor de 1985 tuvo que enfrentar el reclamo popular. “No queremos goles, queremos frijoles”, gritaban en la calle. Y recordemos la rechifla que se llevó Miguel de la Madrid durante la inauguración en el Estadio Azteca. No necesariamente el futbol adormece la crítica. Un estadio de futbol puede ser un espacio de reclamo o un lugar de euforia.
Tienen razón los que dicen que el futbol fue usado por dictaduras para encubrir sus excesos. Citarán Argentina 78 y el sospechoso 6-0 de los albicelestes sobre Perú. Mientras muchos argentinos eran desaparecidos por la dictadura, Videla festejaba los goles de Mario Kempes frente a una Holanda que jugó sin Cruiff, quien se negó a jugar en un país donde los derechos humanos eran violados sistemáticamente.
Pero también recordemos que muchos clubes de futbol han tenido un origen netamente popular, un origen obrero, como el Argentinos Juniors, que originalmente se llamó Club Mártires de Chicago y que el propio Antonio Gramsci dijo que el futbol era “este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”.
Pero… yo no venía a hablar sobre futbol, disculpe usted, me dejé llevar como el niño que ve un balón y su primer impulso es patearlo y festejar un imaginario gol.
Ya sea que ame u odie el futbol, yo solo quería aprovechar que en Brasil hay un evento denominado mundial de Futbol para hacer una recomendación musical.
Porque no todo en Brasil es samba y bossa nova, también hay muy buen rock de calidad y aprovecho para recomendar al grupo Legiao Urbana, sobre todo la canción Perfeicao, cuya letra dice en español: “Vamos a celebrar la estupidez humana, la estupidez de todas las naciones, a mi país y a su corte de asesinos, cobardes, estupradores y ladrones…”
Disculpe usted, ya se acabó el espacio, quizá en otra ocasión hablemos de rock brasileño, pero es que yo no venía a hablar de futbol.