Víctor López Jaramillo
Al principio de los tiempos, Brasil pidió a los dioses del futbol ser el mejor del mundo. A cambio, las deidades le pusieron una condición: nunca ganarás un mundial en tu casa.
Brasil desafió el augurio en 1950 y lloró. Volvió a desafiar el destino en 2014 y fue humillado. Los dioses son vengativos.
Más allá de dioses y destinos, Brasil fracasó porque traicionó la esencia con la que había enamorado al mundo: el Jogo Bonito.
Paradójicamente, Alemania es quién ha adoptado el Juego Bonito como lema.
En este mundial, Alemania ha desplegado un mejor futbol ofensivo con un renovado aprecio por el futbol espectáculo, ese que juega para hacer gozar a la grada.
Sin embargo, el campeón no siempre es el que juega mejor. Y eso lo sabe Alemania cuando derrotó en sendas finales a Hungría y Holanda, que jugaban para deleitar a la tribuna.
En 2006, Alemania no celebraba un tercer lugar en su mundial, celebrarán su metamorfosis a ese futbol alegre.
Mañana, se enfrenta a una Argentina que sabe que la única alegría que quiere su gente es que reverdezcan sus laureles. No importa si es jugando defensivo, no importa si Messi, sólo importa meter un gol más que el rival.
Mañana, dos escuelas distintas de futbol se enfrentan. Esperemos sea un buen espectáculo.
Que ruede el balón.