Los papeles de la división mundial del futbol se han invertido. En el siglo XX, América exportaba talento, toque de balón, magia, picardía. Europa producía fuerza, musculo, fortaleza. Así, Brasil llenó de magia los estadios de todo el mundo. Argentina sorprendió con un jugador que es adorado al nivel de un dios menor. De Uruguay, Colombia, Paraguay y hasta de México salieron jugadores que sorprendieron con sus acrobacias, por salirse del guion, por jugar con la imaginación.
Hoy, los papeles han cambiado. Mientras América, Brasil y Argentina principalmente, generan industrialmente jugadores para ser exportados, en esa revolución industrial de su futbol perdieron su principal toque: la magia de su futbol artesanal.
Este Brasil del 2014, se distinguió más por su fortaleza física que por su toque de balón. Lo impensable: los mejores jugadores de Brasil, eran defensas, cuando, históricamente, su fuerte era su delantera.
De Argentina se hubiera esperado que derrochara magia al tener al que la mercadotecnia considera el mejor jugador del mundo: Messi. Sin embargo, la mayor fortaleza argentina estuvo en su defensa, no en su ataque. Caso contrario fue el de Colombia, Chile y México. Le apuestan a la vieja escuela, pero, como en otras ocasiones, les fue insuficiente.
Brasil y Argentina, los grandes exportadores de futbol de nuestro continente, en aras de colocar a sus jugadores en un mercado donde impera la fuerza física, han dejado empolvar sus orígenes.
En cambio, siguiendo una lógica de mercado, Europa ha dejado que América produzca esos jugadores de fuerza y marcaje, para ellos producir los de talento. ¿Cómo olvidar ese símbolo de la fuerza europea como Franz Beckenbauer, que jugó con un brazo entablillado una semifinal en México? ¿Cómo olvidar esa furia española? El futbol europeo se distinguía por su verticalidad y sus centros a la olla. El americano, por su toque excelso y sus jugadas de fantasía.
Pero en el siglo XXI, todo ha cambiado. En 2006, Alemania no celebraba un tercer lugar en su mundial, celebrarán su metamorfosis a ese futbol alegre. Celebraban su exitoso cambio de chip de un futbol de fuerza a un futbol de toque. Ocho años después, son campeones. España, cuatro años antes, también privilegió el futbol vistoso y de fantasía.
El resultado: una hegemonía europea. Aunque el primer mundial del siglo vio a Brasil ser campeón, los últimos tres han sido para Europa. Todo ello resultado de esta transición de la división de producción mundial de jugadores.
¿Y México? Aún estamos lejos de producir jugadores en serie como los argentinos, uruguayos o brasileños. Pero, tampoco somos capaces de sacar grandes jugadores artesanales. Se tiene que renovar la producción de jugadores mexicanos. Por lo pronto, Europa poco a poco le ha ido abriendo las puertas a los mexicanos. Pocos, muy pocos, son los que se consolidan.
Para finalizar y decirle adiós al Mundial, aquí el inicio de mi teogonía futbolera:
Al principio de los tiempos, Brasil pidió a los dioses del futbol ser el mejor del mundo. A cambio, las deidades le pusieron una condición: nunca ganarás un mundial en tu casa.
Brasil desafió el augurio en 1950 y lloró. Volvió a desafiar el destino en 2014 y fue humillado. Los dioses son vengativos.
Y también, al principio de los tiempos, México pidió ser el mejor. Para no herir sus sentimientos, los dioses dijeron: podrás ir al Mundial a jugar 4 partidos. Pero nunca te emociones con llegar al 5. Y los mexicanos siempre olvidamos ese designio divino y los dioses cada vez son más crueles con nosotros.