Un asesino solitario


Me sucede frecuentemente, cuando compro un nuevo libro, que siempre alguien me reprocha y dice: “¿Otro libro? ¡Ya tienes muchos que ni has leído!”, lo cual, debo admitir, es cierto: hay muchos esperando en mi librero.

Para mi fortuna, hace poco leí un artículo en el que se hacía una apología al hecho de comprar libros y formar una biblioteca personal. Publicado en Letras Libres, firmado por Cristian Vázquez, explica esta bibliomanía: “Hay libros que disfrutamos de tener ahí, al alcance de la mano, preparados para cuando por fin llegue el momento de su lectura. Ese momento puede demorarse semanas, meses, años”.

Situaciones así suceden frecuentemente. Hace una semana, tras el peso del trabajo diario, buscando algo que leer, en mi biblioteca me encontré con un libro que había comprado hace tiempo y que no había podido leer y hasta había olvidado que lo tenía.

Buscaba entre mis libros (ya sabe: no todo está en internet) datos sobre el asesinato de Colosio y el complicado año de 1994 y me encontré con el libro Un asesino solitario, de Élmer Mendoza, de Tusquets Editores en su edición conmemorativa.

Ante tal coincidencia, era el momento preciso para empezar a leerlo: justo en la víspera de un aniversario más del asesinato del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, a la Presidencia de la República, ocurrido el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, en Tijuana.

La novela, editada originalmente en 1999 y reeditada en marzo de 2014, tiene como punto de partida la planeación del asesinato del candidato del PRI (Barrientos en la novela).

Aunque en Un asesino solitario no se usan los nombres originales de los actores políticos de 1994, son fácilmente reconocibles.

El protagonista es Jorge Macías, El Yorch, quien se ha forjado en las cañerías del sistema político priísta y es un matón a sueldo del sistema, personaje que, en lo personal, me recordó mucho a Filiberto Díaz, “fabricante en serie de muertos”, de El Complot Mongol de Rafael Bernal, iniciador del género de la novela negra en nuestro país.

Ambos personajes son melancólicos y solitarios con amores entrampados que no tienen futuro. Y siempre fieles al sistema que los ha forjado. Y dispuestos a matar cuando se les quiera.

Nuestro Yorch, quien es admirador de Carlos Salinas, la selección nacional de Mejía Barón y de Zabludovski-Malinovski en la trama, es contratado para asesinar a Colosio-Barrientos.

La historia, narrada en primera persona que se dirige a un compañero de trabajo, nos vuelve cómplices literarios en la trama urdida para eliminar al candidato priísta.

A través de un hilo narrativo ágil en el que prescinde de los guiones y opta por usar mayúsculas para separar los diálogos, contado en caló chilango mezclado con el de Culiacán, nos describe el México político de los años 90 y la formación personal y política de Yorch, sus amores, sus odios y su adicción a las pan cremas con Coca-Cola.

Originalmente contratado para asesinar al candidato en Culiacán el 22 de marzo, a través de la historia encontramos un complot dentro de otro complot.

Si en el México las verdades históricas que cuenta el poder no son ni verdades ni históricas, las tramas que nos cuenta la ficción nos permite reconstruir un poco el clima de esos años que prefiguraban la violencia que actualmente vivimos.

Una novela ideal para leer justo antes de que empiecen formalmente las campañas en este 2018, que, al igual que en 1994, se conjugaron elecciones presidenciales, Mundial de futbol y un candidato débil del PRI.

Recomiendo la pausa vacacional para leerla, y como dice el narrador: “Unas veces se pierde y otras se deja de ganar, ¿a poco no?”

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