Cabañuelas


Víctor López Jaramillo

Hace no mucho tiempo, cuando aún era un niño, el chiste recurrente el 31 de diciembre era decir que al día siguiente empezaba el año de José Luis Cuevas, porque los 12 meses siguientes pintaban muy mal.
A decir verdad, como no soy crítico de arte, no podría calificar al artista antes mencionado, pero como mexicano, sí puedo afirmar que, alejados del lugar común, este 2015 no pinta muy bien.
El 2014 que terminó fue un año paradigmático como lo fue 1994. El 2014 que empezó con signos alentadores y promesas de todo tipo, terminó abruptamente con un México protestando por la desaparición de jóvenes normalistas.
El signo del desencanto también alcanzo a Querétaro y la solidaridad con los guerrerenses no se hizo esperar. Eso sumado a problemas locales como las frecuentes inundaciones y el mal servicio de transporte público, además de los audioescándalos donde el secretario de Gobierno, Jorge López Portillo, ordenó callar a quienes critican la inseguridad del estado, hacen que el panorama de este año electoral pinte complicado.
Entre los campesinos, es tradición que los primeros días del año se tomen como termómetro y son clave para saber cómo será el clima durante el año por venir. Aprovechando este conocimiento tradicional, bien pudiéramos aplicarlo metafóricamente para saber cómo será el año políticamente hablando.
Aunque lentamente, los cambios se están dando. El primero, aunque data de los últimos días del 2014, nos sirve como referencia para entender el 2015.
La renuncia de Tonatiuh Salinas al PRI y su relevo por Mauricio Ortiz Proal, nos habla del reajuste de piezas con miras a las elecciones estatales. Del gabinete del gobierno de Roberto Loyola Vera pasa a dirigir la maquinaria electoral para ir por un posible triunfo en los comicios.
Es relevante destacar que se trata de un acomodo entre dinastías políticas estatales. Si Roberto Loyola Vera aspira a ocupar el mismo cargo que detentó su hermano Ignacio de 1997 a 2003, para ello, pacta con la nueva generación encabezada por Mauricio Ortiz Proal, hijo de Fernando Ortiz Arana, caudillo político priista local, quien intentó llegar a la gubernatura pero no pudo porque precisamente un Loyola Vera se lo impidió, electoralmente hablando.
Y para redondear el juego de dinastías locales, precisamente Fernando Ortiz Arana, junto con su hermano José, eran parte de la nueva generación política impulsada por Antonio Calzada Urquiza, gobernador de 1973 a 1979, padre del actual gobernador. Tres dinastías políticas, tres historias de gubernaturas que se cruzan rumbo al 2015.
Para el PRI, esos son los primeros signos con que arranca el año, los signos de la vieja elite que intenta heredar el poder.
En tanto, en el PAN, los reacomodos internos siguen y los señalamientos de corrupción en la prensa nacional siguen. Inician el año bajo el signo del escándalo y tienen que superar ese hándicap si no quieren ser señalados durante todo el proceso electoral. Inician con tormenta y solo las previsiones internas que tomen, evitarán que el barco les haga agua en las elecciones por venir.
De la izquierda local, hablaremos en una siguiente ocasión, porque aún sus signos no son claros.
Por lo pronto, ya hemos dado vuelta a la hoja del calendario y así iniciamos el 2015, que pinta tormentoso.

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