Julio Scherer, periodista rebelde


aportación tribuna2 enero 2014

Víctor López Jaramillo

No fue el frío lo que esa mañana me paralizó. No. Lo que me dejó pasmado fue la noticia de la muerte de Julio Scherer García. El teléfono reclamaba atención insistentemente. Primero con el sonido de la alarma, la cual ignoré. A los cinco minutos, pertinazmente el dong que avisa de los mensajes se repetía continuamente. Un par de amigos me informaba, casi al mismo tiempo, que había muerto el más grande periodista de la segunda mitad del siglo XX.

Cauto, exigí como prueba que Proceso, el semanario fundado por Scherer, informara. Y el portal de la revista lo resumió con un titular directo de cuatro palabras: Fallece Julio Scherer García.

La nota firmada por Alejandro Caballero decía que “el fundador de Proceso, murió de un choque séptico. Llevaba poco más de dos años enfermo, principalmente de problemas gastrointestinales. En abril, cumpliría 89 años”.

Corroborado, procedí a informar a amigos. Seguramente, la noticia les amargó esa fría mañana, como a mí. En una mañana sin sol le dijimos adiós al maestro.

En apenas en un mes han muerto dos pilares del periodismo. En diciembre, Vicente Leñero, y ahora, en enero, Don Julio Scherer.

Ambos representan el punto más alto de una generación que decidió rebelarse contra su destino, y al contrario de Prometeo, escaparon del castigo del sistema y abrieron puertas para que otros pudiéramos pasar por ellas.

Magistral mancuerna periodística. No eran ni ying ni yang, pero sus plumas nos enseñaron dos formas de hacer periodismo. Datos certeros, observaciones precisas, siempre buscando la noticia, “desentrañando el lado amargo de la vida”, como definió Leñero al periodismo.

Del ostracismo de Excélsior, que encabezado por Scherer se volvió un referente periodístico mundial, al difícil nacimiento de Proceso y su consolidación como conciencia crítica de la sociedad mexicana.

En el peregrinar de la democracia mexicana —peregrinar que estas alturas está sin rumbo y sin fe, parafraseando a José Alfredo Jiménez— el Proceso de Scherer fue un faro que iluminaba las negras noches del autoritarismo priista. Un faro que sigue alumbrándonos en el invierno del desencanto de la democracia.

La tenacidad de saber mantenerse a flote pese a tener todos los elementos en contra es una de las cualidades que debemos de aprender de don Julio.

También debemos aprender el saber aquilatar el genuino valor de la amistad, porque como escribió, en la derrota tras la salida de Excélsior, a punto de rendirse, los amigos estuvieron para cobijarlo en las horas más bajas y seguir la lucha por una prensa diferente, por un periodismo que no se sometiera al poder político, sino un espacio que diera voz a la ciudadanía, que le sirviera de contrapeso.

Dentro de la historia del periodismo mexicano, el 8 de julio de 1976 será recordado como el Big Bang que provocó el nacimiento de una prensa democrática que se apareció en el escenario para contraponerse a la vieja prensa oficialista y su sostén político.

Proceso, Unomasuno, La Jornada y de ahí una genealogía que hizo que las nuevas  generaciones crecieran con la idea que se puede hacer un verdadero periodismo, que no sea comparsa del poder. Que se puede rebelarse contra el destino trágico y no renunciar a los ideales.

Paradojas del periodismo, mientras en los 70 la prensa norteamericana alcanzaba un punto máximo al evidenciar los excesos del presidente Nixon que terminaron provocando su renuncia, en México, el excesivo poder presidencial de Echeverría daba un manotazo para callar a las voces disidentes en la prensa. Por fortuna, fracasó en su intentona.

Políticos y periodistas, esa simbiosis sobre la que Scherer siempre escribió. Es imposible el matrimonio entre políticos y periodistas, pero inevitable el amasiato.

Escribió Scherer: “La sangre del político no es igual a la sangre del periodista. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos. … el periodismo no es blando, como no es tersa la política”.

De Scherer nos queda su ejemplo y sus entrevistas, sus reportajes y sus libros. Sus perlas de sabiduría periodística. Tomemos el tiempo justo de luto y sigamos haciendo periodismo.

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