Víctor López Jaramillo
Actualmente, muchos políticos son marxistas. ¿Qué?, de seguro mi estimado lector ya saltó los ojos y pensó que quien esto escribe ya enloqueció. Pero es que déjeme acabar mi idea.
En efecto, sostengo que nuestros políticos son marxistas pero no de la corriente de don Karl sino del genial cómico Groucho Marx, quien dijo: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.
Lo que suena a comedia en la voz del comediante estadounidense, suena a tragedia en labios de nuestros políticos quienes un día son rojos pero al otro despiertan azules.
Dick Morris es uno de los principales asesores políticos en Estados Unidos; él fue el responsable de aconsejar al expresidente Bill Clinton en su primera etapa de gobierno. En el 2002, escribió un libro titulado “Juegos de Poder”, en donde resume seis tácticas políticas, las explica y las ejemplifica.
Morris, quien sostiene que la política es la persecución del poder y la historia el relato de ello, afirmó que el primero de sus postulados es: Mantenerse fiel a sus principios.
Así lo resume: “Para algunos políticos, el arte de la política no se relaciona con el movimiento sino con el posicionamiento. Más apasionados con sus ideas que con los tejes y manejes de la política, se agazapan en su lugar a la espera del momento oportuno para imponer su ideología, profundamente convencidos de que este seguramente llegará”.
Dick Morris agrega: “La clave, para ellos, es monopolizar y fortificar su posición, de modo que sean ellos su principal defensor y puedan acceder, sin rivales, al poder demostrando de ese modo que siempre habían estado en el buen camino”.
Como ejemplos, el asesor político pone a Ronald Reagan, Winston Churchill, Lincoln y De Gaulle. ¿Qué tienen en común? Que en principio sus postulados políticos no fueron aceptados por el electorado, en incluso, probaron el amargo vino del fracaso y exilio político, pero que nunca claudicaron en sus ideas, se fueron fieles a sí mismos y, finalmente, lograron el triunfo.
En el caso de Churchill, quien fuera primer ministro británico, siempre advirtió de peligrosidad de Alemania, sin embargo, en principio fue ignorado hasta que Hitler y su despliegue militar le dieron la razón al británico. Para Churchill hubiera sido fácil claudicar y cambiar de postura para ganar votos, pero fue inflexible y, finalmente, la coyuntura se dio y se mostró que tenía razón.

¿Por qué traigo a colación esta clave política de Dick Morris? Porque estos días en Querétaro la táctica del camaleón se ha apoderado de muchos actores políticos. Pongo un par de ejemplos: Héctor González Flores y el Partido del Trabajo.
El primero, destacado miembro del PRI, titular de la Comisión Estatal de Agua hasta el el mes pasado, quien incluso llegó a sonar como aspirante a la alcaldía de Corregidora. Hoy, Héctor González ya no es priista. Entre que renunció porque su partido no lo nominó o que fue expulsado por acercamientos con el PAN.
https://twitter.com/hectorgonzalezf/status/574243033908011009
El segundo caso es más revelador. Mientras el PT en sus estatutos se asume como un partido que sigue la línea de masas y que busca el socialismo, en la realidad, en Querétaro busca asociarse con el PRI para postular candidato común a la gubernatura.
Aunque el PT ha abierto la puerta a candidatos valiosos en otras esferas, resulta absurdo que la posición más importante busque ir junto con el PRI.
En ambos casos, nos habla de una búsqueda del poder por el poder sin mantenerse fiel a sus principios. ¿Obtendrán dividendos políticos o simplemente pasarán al basurero de la historia? ¿Vale más ganar en el corto plazo que sembrar para el largo plazo?
Los votantes en las urnas lo decidirán, pero ya los antiguos romanos tenían un dicho para quienes abandonaban las filas de un lado para convenientemente pasarse al otro bando: Roma no paga traidores.