Este fin de semana Ricardo Anaya Cortés, presidente nacional del Partido Acción Nacional (PAN), subió a sus cuentas de redes sociales una foto de él con una de sus hijas con la leyenda: “Necesitaba un abrazo así. Hoy me levanté a las 4:30 am para venir a ver a mi familia. Son lo más importante para mí”.
Este post, como muchos que ha subido con su familia, hubiera pasado inadvertido, sin embargo este tiene especial relevancia por lo difundido durante la semana que pone al presidente del PAN en el ojo del huracán.
El lunes 31 de octubre, el polémico columnista Ricardo Alemán tituló su colaboración en Milenio: “Anaya en las nubes: viajó 125 veces a Atlanta en 36 meses”. En el cuerpo del texto pregunta por qué el queretano viaja tanto a la sureña ciudad de Estados Unidos y cuestiona el costo de dichos viajes.
El jueves 3 de noviembre, EL UNIVERSAL profundizó la información y presentó un reportaje sustentado en números, los cuales arman que Anaya vive una vida de lujos en EU.
El reportaje inicia así: “El presidente del PAN, Ricardo Anaya, tiene una vida de lujos en Estados Unidos con gastos que incluyen la renta de una casa en Atlanta, el pago de tres colegiaturas en una de las escuelas privadas más exclusivas del área y viajes semanales para estar con su esposa e hijos”.
La respuesta de Anaya fue la evasión: “No son lujos. Es una oportunidad que a mí me dieron mis padres y yo se la quiero dar a mis hijos”.
La discusión siguió en el noticiario de Carlos Loret, en donde Anaya se defendió argumentando que sus gastos no eran superiores a sus ingresos reportados y que todo lo había hecho transparente ante la plataforma 3de3 del IMCO y Transparencia Mexicana.
“Han leído mal mi 3de3” y “Yo me gasto mi dinero en la educación de mis hijos y en ver y estar con mi familia”, fueron sus principales respuestas.
Sin embargo, evadió responder un cuestionamiento. Loret le preguntó: “¿Cómo es posible que un dirigente político tenga a sus hijos exentos de los problemas nacionales de lo que es México? Anaya no respondió. Simplemente dijo: “Lo entiendo. Es una estancia temporal. En ocho meses regresan”.
Resumiendo, en la vida de lujos hay dos cosas a analizar, la primera es si sus ingresos cuadran con sus egresos y el mensaje que manda a mantener a su familia fuera del país mientras se le menciona como precandidato a la presidencia de la República (aspiración que no ha desmentido).
En septiembre de 2015, el periodista Álvaro Delgado publicó en la revista Proceso un reportaje en donde destaca la deslealtad que ha tenido Ricardo Anaya con quienes lo han apoyado a lo largo de su carrera política, como el exgobernador Francisco Garrido Patrón y el exlíder panista Gustavo Madero Muñoz; además de cuestionar el manejo de mil millones de pesos que hizo el propio Anaya mientras fue funcionario del gobierno de Querétaro y dirigió el Programa de Acción Comunitaria (PAC).
Anaya ha reconocido que tiene un amplio flujo de dinero, producto de sociedades comerciales. Sin embargo, la mancha de la duda permanece.
Un viejo adagio mexicano dice que en política la forma es fondo. Y en el caso de Anaya, el mensaje que manda al tener a su familia fuera del país es que pese a ser un prominente miembro de la élite que gobierna este país, desconfía de la situación nacional.
Anaya ha recurrido a una falacia argumentativa para justificar el hecho de que su familia esté fuera del país. Recurre a lo que los expertos en oratoria llaman apelar a la emoción para evitar explicar el porqué de sus acciones.
Durante su transitar político, Anaya ha dejado muchos heridos, hoy, le empiezan a llegar las facturas políticas.