Dice un clásico dicho de la política que político pobre es un pobre político, hoy habría que agregar que político sin retórica es, también, pobre político.
La retórica es el arte de elaborar discursos con el fin de persuadir al lector o a quien escucha el discurso. La retórica es un arma fundamental de quienes se dedican a la vida política toda vez que gracias a esta disciplina pueden ordenar sus argumentos para que sus ideas convenzan a su contraparte.
En sus apariciones públicas este año, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ha mostrado una clara falta de retórica.
Claro, me dirán que no es algo nuevo, que desde la campaña en 2012 era evidente su falta de manejo argumentativo y discursivo. En efecto, pero en 3 años y medio en Los Pinos no ha mejorado su técnica y cuando las crisis apremian, una pizca de retórica puede infundir confianza a sus gobernados.
Ejemplos históricos hay muchos: el presidente norteamericano Lincoln hablando a sus ciudadanos en plena guerra civil para evitar una división mayor; Churchill hablando a los ingleses en plenos bombardeos nazis sobre Londres diciendo que ganarán la guerra pero costará sangre, sudor y lágrimas.
Incluso, hasta en los más bajos momentos de la política mexicana, la retórica salvaba un tanto a los presidentes: López Portillo en su primer año pidiendo perdón a los pobres (aunque lo del sexto año y su defensa canina del peso fue patético) o Miguel de la Madrid diciendo que no permitiría que el país se le deshiciera entre las manos.
Pero en este momento delicado de México ante el alza de los combustibles, el nulo manejo de la retórica hunde cada vez más a Peña Nieto y su proyecto político de restauración priísta.
Sus apariciones públicas muestran desencajo e incapacidad de manejar argumentos. El punto máximo fue cuando quiso revirar las críticas y preguntó en un intento retórico: ¿Y ustedes qué hubieran hecho?
Pésima pregunta retórica. Cuando se hace una pregunta de ese tipo, no se espera respuesta ante la contundencia y la profundidad de la pregunta. Sin embargo, esta sólo generó más descontento y miles de respuestas al presidente diciéndole qué hubieran hecho, acciones que no se alcanzarían a enumerar en este artículo.
De manera similar fue la intervención de la cúpula gubernamental durante la firma del nuevo Acuerdo que recuerda a los Pactos de solidaridad de los 80 y 90. Durante dicho acto, solo discursos huecos, sin mensaje directo, sin ganas de convencer a nadie, solo de autorreafirmarse que como gobierno no han cometido errores.
No quiero terminar este texto sin comentar los acontecimientos del pasado 5 de enero en Querétaro donde un incidente en el Mercado Escobedo desató toda una ola de pánico y negocios empezaron a cerrar.
Evidentemente fue una acción concertada tanto a nivel tierra como aire. La mejor red social es la calle. Y los gritos de quienes por las calles y mercados diciendo que allí venían los saqueadores, desató el pánico; en redes sociales se empezaron a enviar mensajes que sembraron confusión en Querétaro.
En realidad no hubo saqueos, pero sí se sembró la psicosis quizá para que la sociedad no siguiera con sus protestas. ¿Quién sale ganando con acallar a la sociedad? Sin embargo, la gente ha seguido protestando. Faltan gasolinazos y quizá más protestas.