Hay un dicho que dice que la primera víctima de la guerra es la verdad. Unos atribuyen la frase al político británico Lord Ponsonby, aunque otros tantos señalan que en realidad pertenece al estadunidense Hiram Johnson.
En todo caso, haciendo un paralelismo con dicha frase dicha en el contexto de la Primera Guerra Mundial, podemos afirmar que ante las catástrofes se le pide a la crítica silencio, que no opine, que se deje de ser crítico, una especie de censura disfrazada de conmiseración.
Sucedió en Estados Unidos en septiembre del 2011. Tras el atentado en las Torres Gemelas, se autoimpuso un silencio entre los medios norteamericanos tradicionalmente críticos, como el New York Times, el Washington Post, entre otros.
El resultado: el gobierno de Bush no tuvo en ese momentos contrapesos que lo llevaron a cometer excesos como la invasión a Irak (país que no tenía que ver con el atentado) y Afganistán. Tardíamente los medios se dieron cuenta de su error y reiteraron su compromiso con la crítica y el lector.
Hoy, ante la desgracia que azota el país primero con los terremotos en Oaxaca y Guerrero y posteriormente el del 19S (sí, otra vez un fatídico 19 de septiembre) se hace necesario una voz crítica para denunciar los excesos.
La sociedad mexicana es diversa y ha demostrado su solidaridad saliendo a las calles a ayudar en la medida de sus posibilidades. Historias de quienes dan lo poco que tienen para los que lo han perdido todo y ven su destino convertido en escombros.
Sin embargo, también existe un rostro oscuro, el de los que aprovechan la desgracia para convertirse en humanos de rapiña, como lo ha señalado el periodista Raymundo Riva Palacio, hay también quienes aprovechan el caos para robar. Ese lado oscuro también debe denunciarse.
Y más, en nuestra labor como periodistas corresponde hacer las preguntas correspondientes, poner en duda las versiones oficiales e indagar en los posibles responsables de que el terremoto haya causado tantas víctimas.
Si los daños y víctimas de esta catástrofe natural alcanzaron estos niveles es también por la catástrofe política que vivimos encarnada en la corrupción.
Habrá quien diga que todo es culpa de la naturaleza y que esta es la forma en que nos manda mensaje, pero, sin entrar a discusiones místicas, cabe recordar las palabras de Maquiavelo dichas hace 500 años.
El florentino hablaba de la Fortuna como un río que arrasa todo a su paso cuando se enfurece, pero en días tranquilos estamos obligados a hacer defensas y para poder contener su ímpetu y no sea tan dañino.
Este temblor va dejando al desnudo todo lo que los gobiernos en los diferentes ámbitos han dejado de hacer y han provocado que vivamos un septiembre negro.
Por ello, no debemos renunciar al espíritu crítico. El señalar nuestros errores es el primer paso para reconstruirnos.
Pedir acallar la crítica en estos momentos, sería lamentable y con funestas consecuencias para el rumbo del país.