“Los desastres no son ‘naturales’ sino socialmente propiciados -construir dónde no y cómo se debe-, entonces sí se pueden prevenir”, escribió el doctor Lorenzo Meyer en su cuenta de twitter reflexionando sobre el desastre que el temblor del pasado 19 de septiembre dejó en la Ciudad de México.
Poco a poco empiezan a salir las irregularidades de las construcciones dejando al descubierto posibles actos de corrupción en las autoridades de la hoy CDMX.
La misma reflexión que hace Meyer la podemos aplicar para lo sucedido en Querétaro y San Juan del Río tras las inundaciones de la semana pasada.
Las fuertes lluvias dejaron al descubierto actos de irresponsabilidad política y social por parte de las autoridades.
El caso del socavón en Antea es ilustrativo. Hasta el momento, las primeras evidencias indican que se desvío un cauce y se usó material de baja calidad, lo cual provocó los hundimientos en lo que el gobierno calzadista presumía como uno de sus grandes logros al traer lo que llamó uno de los centros comerciales más grandes de América Latina.
En tanto, en San Juan del Río la pregunta es sobre si hubo o no coordinación entre las distintas instancias de gobierno en el caso del desfogue de una presa. A esto se le añade la pregunta sobre quién autorizó cambios de uso de suelo y la construcción de vivienda en zona que es vulnerable.
Al momento, los gobiernos han comenzado con la repartición de culpas exonerándose a sí mismos.
En el caso de Querétaro y la plaza Antea, ya se empieza a responsabilizar al gobierno estatal anterior. En el caso de San Juan, el alcalde primero culpó a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) por no comunicar el desfogue de una presa. La respuesta del organismo federal fue deslindarse. A ello se sumó el gobernador Domínguez exculpando a Conagua. Ahora el PAN sanjuanense ha responsabilizado a los anteriores gobiernos priistas de haber autorizado los cambios de uso de suelo.
La tormenta ha pasado. El lodo empieza a convertirse en polvos pero empieza la guerra política y la repartición de culpas en un desastre que más que natural, fue, evidentemente, provocado por decisiones políticas.
Y al haber sido consecuencia de cuestiones políticas, el tema se ha politizado. Desde este espacio siempre hemos sostenido que los políticos politicen los temas, esa es una de sus funciones. El reparto de culpas ante la desastre es el primer indicio de esa politización, el aprovechar cualquier aspecto para ganar simpatías ante el electorado.
Sin embargo, hace falta otro tipo de politización, el que la sociedad politice el desastre, tal como lo sugirió el sociólogo Rafael Vázquez en un artículo reciente.
Es momento que la sociedad pase de las muestras de solidaridad coyunturales a la organización estructural que pueda crear pautas para transformar este país. Politizar no implica solamente que un político profesional se tome la foto dando despensas y culpando a sus rivales, politizar significa que los ciudadanos tomen conciencia de que se puede y debe intervenir en las acciones de gobierno.
Y aunque actualmente la política tiene una connotación negativa, recordemos que no siempre fue así, que la política en su acepción primitiva significa hacer comunidad (polis).
Es deber de todos intervenir en las decisiones, de politizarse pues. Recuerden el dicho: la política es algo muy importante como para solo dejársela a los políticos.