La semana anterior comentábamos acerca de la UAQ mirándola en el pasado y hacia el futuro. Es turno de hablar de los retos que están por venir para la nueva administración de rectoría en el periodo 2018-2021.
Teresa García Gasca, quien rindió protesta como rectora este lunes 15 de enero, tiene muchos retos que enfrentar, pero antes de deshojarlos, veamos cómo llegó a la rectoría.
Se habla de una universidad polarizada, radicalizada y enfrentada. Desde mi punto de vista, es natural que existan disensiones en cualquier comunidad, y más en una que privilegia la crítica, como lo es la UAQ. Por ello, no debería espantarnos que exista oposición o crítica.
El argumento de que la UAQ está rota y sumamente dividida se cae cuando vemos las cifras con las que triunfó García Gasca. En la primera ronda de auscultación, se quedó a un par de votos de consejeros para obtener el triunfo.
Para la segunda ronda, el triunfo estaba tan definido que su propio rival decidió —cosa inédita— aceptar su derrota en plena jornada electoral y, en un “blofeo” político, buscar acomodo en el equipo de trabajo ganador.
Entonces, viendo los resultados, no podemos hablar de una UAQ polarizada. Sin embargo, podríamos aceptar el adjetivo de radicalizada. Gilberto Herrera radicalizó; es decir, llevó hasta la raíz su discurso de lucha por un presupuesto justo para la UAQ; por otra parte, sus críticos radicalizaron su discurso contra él.
La parte sensible que hereda la administración de la rectora Teresa García es el monstruo de dos cabezas que es el SUPAUAQ y el saber cómo negociar con el STEUAQ.
Ante esto, en el discurso ya ha dado señales claras: sólo con diálogo se podrá llegar a acuerdos en beneficio de la universidad.
A eso hay que sumarle que una de las partes del SUPAUAQ, la que toma de nota del gobierno estatal y está encabezada por Saúl García, sufrió una baja sensible en su equipo cuando, a fines del año pasado, Pedro Morales, uno de los protagonistas en esta guerra civil sindical, optó por reconocer a la parte que lidera Nuri Villaseñor, la cual tiene el reconocimiento del Consejo Universitario. El diálogo es la clave.
El otro frente es externo: es la relación con el gobierno de Francisco Domínguez, con quien se estuvo enfrentando casi desde el inicio de su gestión por el tema del presupuesto.
Ya con una primera reunión oficial, parece que se va distendiendo la declaración de Domínguez, en la que arma que en este tema “ya va a dejar todo en el pasado y se abrirá una nueva página”. Pareciera que en el estilo personal de gobernar, Cosío Villegas dixit, el conflicto del gobernador con el anterior rector más bien era personal; por ello, ahora más que nunca, se hace necesario que se establezca en la ley un mínimo del presupuesto estatal para la UAQ (los universitarios reclaman al menos el 3 por ciento); así se evitaría que todo dependa del ánimo de los gobernantes con la universidad.
Además, aunque ya hay borrón y cuenta nueva, el gobernador, en la declaración que hizo la semana pasada, dijo que la UNAQ era ejemplo para la UAQ. No abonan en nada; se tendría que cuidar ese tipo de declaraciones.
Eso en lo que corresponde a lo que llamamos la “realpolitik”.
Los otros retos son los que cada año enfrentan los universitarios: mejorar el nivel académico y de investigación y buscar una mejor vinculación con la sociedad queretana para devolverle algo de lo mucho que nos da.