La locura bizantina habita en el lado oscuro de la luna


Por la locura sonora compartida

Para el escritor norteamericano Ambroce Bierce, un loco es “quien sufre de un alto grado de independencia intelectual; que no se ajusta a los moldes de pensamiento”, según su Diccionario del Diablo en donde, con sarcasmo, hacía una fina crítica de la sociedad. Así, bajo esta definición, Roger Waters y su Pink Floyd, en su obra maestra Dark Side of the Moon, que recién cumplió 50 años de ser publicada, en su locura muestran su racionalidad al rebelarse a moldes de pensamiento caducos, que el movimiento contracultural se cuestionaron acremente.

50, 50 y 5

50 años y 50 millones de copias vendidas del Dark Side of the Moon, la obra maestra de la banda británica Pink Floyd. Y para redondear con otro 5, debo confesar que he contribuido a esa cifra al comprarlo ese número de veces: dos en disco compacto (1993 y 2003), dos en vinil (una de 1974 y otra reciente) y una en descarga digital cuando se impusieron como formato dominante. Solo me ha faltado comprarlo en cinta.

En marzo de 1973 (el 1 en EUA y el 24 en Gran Bretaña) ve la luz el disco que marca un antes y un después en la historia de la banda británica y, sin exagerar, del rock como música popular y su transformación en una expresión artística trascendental.

Pink Floyd se funda en Londres en 1965 integrado por Syd Barrett en la guitarra y voz junto a Roger Waters en el bajo, A ellos se sumaría Nick Mason como baterista y Richard Wright, tecladista. Tras la partida de Barret por problemas de drogas se incorpora David Gilmore como nuevo guitarrista, quedando así la alineación definitiva de la banda. Rogers abandonaría la agrupación a mediados de los 80 tras una fuerte pelea con el resto de los integrantes.

José Agustín dijo en su libro La nueva música clásica que el rock es una forma artística porque “crea belleza y manifiesta la realidad catalizada, implica mucho esfuerzo y mucha dedicación, y ofrece un nuevo orden estético que ninguna corriente de la música, y por supuesto, ninguna otra disciplina artística puede entregar”. Y esto es precisamente lo que The Dark Side of the Moon logra hacer.

Para entender porque es un clásico hay que tomar en cuenta algunos elementos clave. En primer lugar, el disco aborda temas universales y preocupantes para el ser humano: la muerte, la locura, la angustia existencial y el dinero como motor de la vida moderna. En segundo lugar, el álbum y sus innovaciones técnicas gracias al ingeniero de sonido Alan Parsons. Y tercero, la banda aprovechó la tendencia de combinar el sonido y la imagen de manera espectacular. El rock ya era teatral también y tenía la patente para transformarse en arte perdurable.

La locura bizantina de Roger Waters

Las temáticas del álbum son la angustia, la locura y la inminencia de la muerte, temas alejados de la temática juvenil rebelde y, quizás hasta inocente, dominante en el rock. ¿Quién en su juventud admite hablar de esos temas cuando el sol brilla y tienes toda una vida por delante? Pink Floyd lo hizo y abrió una puerta intelectual a la nueva música clásica.

Cuenta el baterista de la banda Nick Mason en sus memorias que por entonces tenían vidas plenas y estables pero que “hicimos una lista de las dificultades y presiones de la vida moderna que podíamos reconocer en especial: las fechas límite de entrega, los viajes, el estrés de volar, el aliciente del dinero, el miedo a morir y los problemas de inestabilidad mental que podían desembocar en locura… Armado con esta lista, Roger se fue para continuar trabajando en las letras.”

Cabe aclarar que este es el primer disco donde Waters se hace cargo completamente de las letras tras la partida de Barret. El bajista, quien recién había cambiado de residencia y se hacía seguidor del Arsenal, comienza a trabajar en el aspecto intelectual del disco, el cual profundizaría en los siguientes discos, sobre todo en The Wall y en su álbum solista Amused to Death de los 90. A la par, sus compañeros aportarían creatividad musical, creando así una fusión para la historia.

Tras escucharse el latido de un corazón, el disco va expandiéndose musicalmente para que a mitad del primer corte escuchemos la voz del productor Alan Parsons diciendo que “siempre he estado loco, sé que he estado loco, como la mayoría de nosotros. Es muy difícil explicar por qué estás loco, incluso si no lo estás”.

Desde el poder hegemónico, la locura se ha usado para descalificar a quienes se considera como enemigo, pero también hay quienes desafían al poder y estratégicamente se asumen como locos; por ejemplo, los santos bizantinos se declaraban locos en nombre de Dios para combatir a la Iglesia Bizantina. En esa misma línea, Pink Floyd ve a la locura como herramienta de la razón para desafiar a la sinrazón, científica y positivista, que nos gobierna. Así Roger Waters es un santo loco bizantino que hoy desafía la postura de Occidente en la guerra en Ucrania.

Alan dejó de desayunar psicodelía

Uno de los nuevos caminos que marca el disco, es su calidad en la ingeniería de sonido que coincidió con el triunfo de los equipos de Alta Fidelidad en audio. El responsable de mezclar correctamente los talentos musicales de Pink Floyd se llama Alan Parsons.

Cuenta Nick Mason en su libro Dentro de Pink Floyd que “Alan adquirió —igual que todos los aprendices de la EMI— un conocimiento extraordinariamente profundo de todos los aspectos del trabajo en un estudio de grabación. Era un ingeniero condenadamente bueno. Pero, además, tenía muy buen oído y era un músico competente. Esto, combinado con su talento diplomático natural, ayudaba en gran manera y suponía que podía contribuir al álbum de manera activa y positiva”.

Esto dio como resultado un álbum sonoramente moderno y que coincide con el momento en que los nuevos equipos estéreo se imponían en el mercado. Recordemos que muchos discos clásicos de rock y jazz grabados a finales de los 50 y 60 se grababan en dos versiones: Mono y Estéreo. El mercado de equipos de sonido fue cambiando y el Dark Side of the Moon llegó en el momento correcto.

El rock como puesta teatral

Cuando Pink Floyd, ya sin Roger Waters, vino a México mediado de los años noventa, Carlos Monsiváis, cronista fundamental de la cultura mexicana, asistió a verlos. Reseñó brevemente que había sido un gran espectáculo pero que éste no le había ganado al concierto. Concierto y espectáculo; música y entretenimiento visual. Pink Floyd siempre tuvo claro desde el inicio que eso era parte fundamental de su esencia, prueba de ella es la teatralidad de su espectáculo The Wall a finales de los 80, el cual incluso trajo pérdidas económicas a la banda.

El rock originalmente era solo una música básica heredera del viejo blues, pero después, ante su masificación tuvo que reinventarse y convertirse en un espectáculo. Elvis ya había marcado el camino. También Jim Morrison con su poesía y performance, que incluso su detención policíaca en pleno escenario fue todo un show.

Pink Floyd es el punto intermedio, donde empieza a transformarse de manera distinta el rock. Como concierto y como espectáculo. Prueba de ello es que el Dark Side of the Moon fue tocado muchas veces en concierto para ir perfeccionándolo antes de entrar a estudio a grabarlo.

Eclipse

50 años después, el disco se ha convertido en una pieza musical clásica que ha trascendido décadas y generaciones. ¿Sobrevivirá otros 50 años? Espero que sí, por lo pronto, compraré mi sexta copia que es la edición conmemorativa del concierto en vivo de la presentación del álbum.

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