Carlos Dorantes

El Dr. Carlos Dorantes. Foto de Agustín Osornio

Este texto lo leí en un homenaje que se hizo en febrero o marzo en memoria del Dr. Carlos Dorantes. Al acercarse su aniversario luctuoso, lo reproduzco.

Víctor López Jaramillo

¿Cómo empezar?

En ocasiones como estos, en que se necesitan palabras mayores para hablar de los héroes, de los hombres que han dejado su huella y transformado su entorno, a los simples  mortales las palabras nos son insuficientes, escasas.

Se amontonan frente al teclado del ordenador y al terminar de leerlas, no alcanzan a explicar el conglomerado de ideas y sentimientos. Por ello, recurriendo al sentido práctico, he optado por pedirle prestadas unas palabras al poeta Jaime Sabines:

Déjame reposar,

aflojar los músculos del corazón

y poner a dormitar el alma

para poder hablar,

para poder recordar estos días,

los más largos del tiempo.

(…)

Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,

por eso es que este hachazo nos sacude.

Nunca frente a tu muerte nos paramos

a pensar en la muerte,

ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.

No lo sabemos bien, pero de pronto llega

un incesante aviso,

una escapada espada de la boca de Dios

que cae y cae y cae lentamente.

Al recordar al Doctor Carlos Dorantes, en mi mente de inmediato se dibuja una imagen: Los rayos de sol filtrándose por la ventana de su cubículo, él sonriendo escuchando las notas de música clásica que escapaban tímidas de su pequeña grabadora. Había que aguzar el oído para poder distinguirlas. Él, con movimientos pausados apagaba su grabadora y se disponía a escuchar a quien entraba a su cubículo.

Oiga doctor, pasó esto… y, en mi caso empezaba la perorata.

Cuando por fin uno terminaba de hablar, simplemente cruzaba sus palmas, y reviraba: Y que piensas; a lo que nuevamente la ráfaga de palabras descontroladas salían.

Finalmente, tras que el interlocutor agotaba su angustia, Dorantes, miraba a la ventana, y decía su opinión, con palabras reposadas pero certeras. Y remataba con una broma para aliviar la tensión.

Aunque nunca fue mi maestro en un aula (nunca me dio epistemología), sí lo fue fuera de ella, y no porque me detuviera y diera discursos moralistas, no, eso estaba muy lejos de su estilo; por el contrario, era un verdadero maestro porque servía de espejo, reflejaba las preguntas  que  uno hacía y dejaba que uno encontrar las respuestas. Era el mejor maestro porque enseñaba a aprender.

Anécdotas con él hay muchas, pequeños destellos de sabiduría aderezados con alegría. Cada uno tendrá su propia versión de los hechos o incluso, podríamos reconstruir la historia conjunta, pero un evento como este siempre resulta pequeño para la memoria y enseñanza de Dorantes, por eso, hay que dejar la puerta abierta para más eventos de este tipo.

Cierro mi intervención  con otra cita de Sabines,

¿Será posible que abras los ojos y nos veas ahora?

¿Podrás oírnos?

¿Podrás sacar tus manos un momento?

Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta,

tu cumpleaños, viejo.

Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos

venimos a abrazarte, todos, viejo.

¡Tienes que estar oyendo!

No vayas a llorar como nosotros

porque tu muerte no es sino un pretexto

para llorar por todos,

por los que están viviendo.

Una pared caída nos separa,

sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.

¿Cómo empezar?

En ocasiones como estos, en que se necesitan palabras mayores para hablar de los héroes, de los hombres que han dejado su huella y transformado su entorno, a los simples  mortales las palabras nos son insuficientes, escasas.

Se amontonan frente al teclado del ordenador y al terminar de leerlas, no alcanzan a explicar el conglomerado de ideas y sentimientos. Por ello, recurriendo al sentido práctico, he optado por pedirle prestadas unas palabras al poeta Jaime Sabines:

Déjame reposar,

aflojar los músculos del corazón

y poner a dormitar el alma

para poder hablar,

para poder recordar estos días,

los más largos del tiempo.

(…)

Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,

por eso es que este hachazo nos sacude.

Nunca frente a tu muerte nos paramos

a pensar en la muerte,

ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.

No lo sabemos bien, pero de pronto llega

un incesante aviso,

una escapada espada de la boca de Dios

que cae y cae y cae lentamente.

Al recordar al Doctor Carlos Dorantes, en mi mente de inmediato se dibuja una imagen: Los rayos de sol filtrándose por la ventana de su cubículo, él sonriendo escuchando las notas de música clásica que escapaban tímidas de su pequeña grabadora. Había que aguzar el oído para poder distinguirlas. Él, con movimientos pausados apagaba su grabadora y se disponía a escuchar a quien entraba a su cubículo.

Oiga doctor, pasó esto… y, en mi caso empezaba la perorata.

Cuando por fin uno terminaba de hablar, simplemente cruzaba sus palmas, y reviraba: Y que piensas; a lo que nuevamente la ráfaga de palabras descontroladas salían.

Finalmente, tras que el interlocutor agotaba su angustia, Dorantes, miraba a la ventana, y decía su opinión, con palabras reposadas pero certeras. Y remataba con una broma para aliviar la tensión.

Aunque nunca fue mi maestro en un aula (nunca me dio epistemología), sí lo fue fuera de ella, y no porque me detuviera y diera discursos moralistas, no, eso estaba muy lejos de su estilo; por el contrario, era un verdadero maestro porque servía de espejo, reflejaba las preguntas  que  uno hacía y dejaba que uno encontrar las respuestas. Era el mejor maestro porque enseñaba a aprender.

Anécdotas con él hay muchas, pequeños destellos de sabiduría aderezados con alegría. Cada uno tendrá su propia versión de los hechos o incluso, podríamos reconstruir la historia conjunta, pero un evento como este siempre resulta pequeño para la memoria y enseñanza de Dorantes, por eso, hay que dejar la puerta abierta para más eventos de este tipo.

Cierro mi intervención  con otra cita de Sabines,

¿Será posible que abras los ojos y nos veas ahora?

¿Podrás oírnos?

¿Podrás sacar tus manos un momento?

Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta,

tu cumpleaños, viejo.

Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos

venimos a abrazarte, todos, viejo.

¡Tienes que estar oyendo!

No vayas a llorar como nosotros

porque tu muerte no es sino un pretexto

para llorar por todos,

por los que están viviendo.

Una pared caída nos separa,

sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.

3 Comentarios

  1. hola .
    se que este no es el lugar mas apropiado , pero no he visto donde poder escribirte .
    Sabes si es posible conseguir material de Loquillo fabricado en Mexico ?
    Mil gracias
    Miquel

    Me gusta

    1. El material de Loquillo fabricado en México es escaso. Recientemente EMI editó una antología (como parte de una collección que llamó «Rock Clandestino») con sus éxitos mas representativos. La edición incluye un cd y dvd. El dvd es malón, la calidad de los vídeos es baja pero vale la pena como documento. En mixup lo puedes conseguir.
      Saludos

      Me gusta

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