Me gustas, Democracia, porque estás como ausente
con tu disfraz parlamentario,
con tus listas cerradas…
Javier Krahe
Uno de los lugares comunes que nuestra clase política suele decir respecto a los procesos electorales es que es la fiesta de la democracia. Así, Doña Democracia toda oronda se viste con sus mejores galas y es festejada por todos los votantes que la honran al emitir su voto.
Fastuoso presupuesto para tamaña fiesta. Los preparativos que inician desde meses antes, preparación de funcionarios electorales, promesas de campaña como regalos y cientos de spots invitándonos a asistir a la fiesta en la casilla que nos corresponde. Todo sea por honrar la virtud de Doña Democracia.
¡Que paisaje tan idílico! La fiesta perfecta: el votante que desafía a la lluvia, a los mapaches, carruseles, a la operación tamal y llega para evitar la casilla zapato.
Es una lástima que todo esto sea parte de la imaginación de nuestra clase política y que la realidad sea radicalmente diferente, ahora y siempre.
El escritor José Agustín en su trilogía Tragicomedia Mexicana, cita las Memorias del cacique potosino Gonzalo N. Santos y cuenta como fueron las elecciones presidenciales de 1940 (donde los principales candidatos fueron Manuel Ávila Camacho del PRM –papá del PRI- y Andrew Almazán, del PRUN –Partido Revolucionario de Unificación Nacional- realizadas también un 7 de julio:
“A las 7 de la mañana Santos ya había matado a un almazanista en un tiroteo; después formó una brigada de choque que llegó a tener más de 300 gentes, y con ella se dedicó a asaltar casillas a punta de balazos. La gente acudía a votar en grandes cantidades y, al menos en las ciudades, lo hacía en favor de Almazán y los candidatos del PRUN. Pero al poco rato llegaban las brigadas del Comité Pro-Ávila Camacho y a balazos hacían huir a los votantes y representantes de casilla. Tumbaban las mesas, rompían las urnas y se tiroteaban con los almazanistas, que eran muchos y estaban en todas partes”.
Así, la fiesta democrática en los años 40 era como una fiesta de rancho donde al final todos se peleaban con todos. Las urnas se llenaban con votos marcados por la sangre de los opositores. La democracia mexicana era una quimera que sangraba a cada paso que daba.
A través de una lenta transición, los ciudadanos presionaron para quitar al gobierno el control de los procesos electorales y así fue como nacieron nuestras modernas instituciones democráticas. Eso permitió que el año 2000 se diera una alternancia y, aunque también hubo irregularidades durante el proceso, la percepción de elecciones transparentes triunfó porque se reconoció como ganador a un candidato opositor.
Ayer, nuevamente 14 estados de la República tuvieron su fiesta democrática y estuvo cerca de ser un fiasco. Prácticas como las narradas por Gonzalo N. Santos volvieron. Quema de urnas, grupos de choque dispuestos a robar urnas, compra de votos, vamos, hasta un instituto electoral se inundó y se le cayó una barda.
Prácticas que creímos superadas volvieron. O quizá nunca se fueron, quizá esas sucias prácticas electorales siempre estuvieron allí, pero eufóricos por la fiesta democrática las minimizábamos.
La realidad nos ha mostrado que aún falta mucho para llegar al horizonte democrático. Pero el desencanto ya ha hecho presa de los electores. Reportes preliminares indican que en algunos puntos del país la abstención pudo haber alcanzado hasta un 70 por ciento. Al ritmo que vamos, ya nadie va a querer ir a la fiesta de Doña Democracia y se va a quedar solita en su festejo.
Que esto no sea el inicio del adiós a la democracia y el pretexto para regresar a modelos autoritarios, es hora de reformas para dar más poder a los ciudadanos, como las candidaturas independientes y el plebiscito para remover a los gobernantes demagógicos.
Porque si no, llegaremos al desencanto democrático, como lo canta el español Javier Krahe:
“(¡Ay Democracia!)
No cuentes con que vaya hacia ti cuatrianualmente, / no compartamos más la cama, / vamos a separarnos civilizadamente. / Y sigue tú viviendo de tu fama.
Cuando veas mi imagen taciturna / por las cívicas sendas de la vida / verás que no me acercan a tu urna. / No alarguemos ya más la despedida.”
(Publicado previamente en El Universal Querétaro)