
Víctor López Jaramillo
Finalmente el plazo fatal llegó y en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) lucen las banderas rojinegras que representan la huelga que desde el viernes 4 de marzo a mediodía tiene detenidas labores administrativas, académicas, deportivas y de extensión en nuestra máxima casa de estudios de la entidad.
Huelgas anteriores
La UAQ no es una institución que se caracterice por tener huelgas frecuentes, y cuando las tiene siempre se privilegia el diálogo. Incluso hubo una huelga que duró menos de una hora. Pero en estos últimos años, algo ha ido cambiando en nuestro centro de estudios; recordemos que en el 2014 hubo una huelga y en el otoño del año pasado también hubo amenaza de huelga que finalmente se postergó hasta este marzo.
No voy a caer en sentimentalismos baratos de decir que tengo un nudo en la garganta por ver banderas rojinegras en las rejas azules y blancas de la UAQ, ni en posturas extremas de no escuchar a las partes, sino simplemente intentar entender la huelga como un derecho laboral que usa un gremio para mejorar sus condiciones de trabajo.
Personalización del conflicto
Sin embargo, llama la atención un hecho: la personalización del conflicto. Muchas veces, más que hablar de una institución y un sindicato, se termina personalizando y hablando de personas.
Desde la huelga pasada, el nombre de Laura Leyva se convirtió en sinónimo de su sindicato, lo cual se reforzó con su reelección.
Y su nombre siguió despuntando cuando en el último trimestre del año fue rescindido su contrato laboral en la UAQ, aunque el sindicato le mantuvo el reconocimiento como líder de la organización.
¿Cuál fue el argumento de las autoridades para despedir a Leyva? Fue la falta de comprobación de dos millones de pesos. Esos puntos que aún se siguen discutiendo durante las mesas de negociaciones entre sindicato y UAQ.
Ignoro si hay una animadversión personal entre las autoridades universitarias y la líder del sindicato, como se ha planteado en diversos escenarios, pero lo que parece evidente es la falta de diálogo para poder llegar a un entendimiento.
El Gobierno del Estado lo ve como conflicto político propio
Y aquí es donde entra un tercer actor: el Gobierno del Estado, que parece haber traspasado su función en la labor de conciliación y arbitraje.
Uno de los mitos de la pax queretana que tanto presumen los gobiernos, da igual si son rojos o azules, es que en el estado existe una paz laboral inquebrantable. Entendiendo por paz laboral el que no haya huelgas, el que los trabajadores prácticamente declinen a hacer uso de sus legítimos derechos para exigir mejores condiciones laborales.
Y he aquí que una huelga en la Universidad les causa un conflicto político en el que han mostrado no saber como ser un intermediario eficaz.
Primero, el secretario del Trabajo, José Luis Aguilera, quien obtuvo su cargo como parte del pago de cuotas que el gobernador Francisco Domínguez hizo a sus aliados electorales, no ha mostrado talento político, al contrario, en sus declaraciones previas hacía descalificaciones a las autoridades universitarias.
Veo poco factible que las autoridades universitarias y el sindicato lleguen a aceptar una solución impuesta desde el Palacio de la Corregidora. Toda solución tendrá que ser producto del diálogo y del consenso entre las partes discordantes.
En este momento, ambas partes se guardan sus cartas, sin embargo, una huelga prolongada no conviene a nadie, y pudiera hacer que la animadversión entre simpatizantes y adversarios de la huelga se pudiera hacer más grande.
En las redes sociales podemos encontrar desde posturas jocosas a la huelga hasta discusiones fuera de tono en donde ya no se lee al otro, sino que se pasa directo a la descalificación.
Esperemos que en caso de prolongarse la huelga, no se suba el tono y que se privilegie el diálogo.