El pasado 4 de agosto, Cliserio Gaeta Jara falleció en San Pablo Tolimán, debido a un accidente cuando reparaba un automóvil.
Quizá para muchos, no les sea familiar el nombre de Cliserio, pues ya muchos años atrás había optado por un discreto retiro sin olvidar su convulso pasado, un pasado que representa toda una época de México.
Gaeta Jara fue guerrillero durante los años 70 en el México de la dictadura perfecta, según Vargas Llosa. Cayó en prisión y posteriormente escogió Querétaro para tomar distancia de ese guerrillero que fue.
Todos somos hijos de la época que nos toca vivir, no hay huérfanos de los tiempos. Cliserio Gaeta Jara perteneció a una generación que vio como única opción viable el levantamiento armado para transformar el país tras la masacre del 2 de octubre de 1968.
Nacido en 1937 en Jalisco, a los 20 años se alista en el Ejército Mexicano, del cual, deserta 5 años después en Ciudad Valles, en San Luis Potosí, para unirse a la guerrilla campesina en la columna “Emiliano Zapata”, según se lee en documentos desclasificados de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) y que han sido recopilados por los historiadores Kevyn Simón Delgado y Daniel Guzmán, quienes trabajan en la historia de la izquierda en Querétaro.
Los motivos para desertar del ejército los contó en una entrevista con los periodistas Efraín Mendoza, Julio Figueroa y José Luis Durán para el semanario universitario Tribuna de Querétaro en el 2012:
“Yo tenía ganas de un pedazo de tierra y los estudiantes traían la misión de ayudar al campesinado”. La respuesta del gobierno federal y el Ejército fue la de persecución; estos grupos estuvieron acechados por los diferentes órganos de represión del estado. Cliserio Gaeta recuerda que los estudiantes eran muy buenos para hablar y que él “sin saber hablar, sin estudios ni nada… En ese tiempo yo tenía como 30 años de edad y era el más viejo de todos”.
En la clandestinidad, Gaeta Jara forma parte de la Liga Comunista 23 de septiembre, el grupo guerrillero que secuestró al empresario Eugenio Garza Sada. Compañero de armas de Lucio Cabañas, en la Huasteca se enfrentó al Ejército.
En la entrevista antes citada, menciona: “Tuve que mandarle a Diosito a uno de ellos, era un policía judicial. Ésos son buenos para torturar, buenos para humillar a la gente que cae en sus manos y ya habían torturado gente de nosotros que tenían prisionera”.
Mientras pegaba propaganda subversiva, la policía lo detiene y va a la cárcel por tres años y medio: “Estuve preso en San Luis Potosí por la muerte del judicial, pero fui aprehendido en Morelos. Ahí fui torturado, ya me andaban matando en la tortura. Golpes y culatazos en todo el cuerpo, duré casi 40 días sin poder comer, me sostuve sólo con líquidos, y por los golpes en la barriga me provocaron una hernia…”
Cuando sale, se une nuevamente a la guerrilla. Finalmente, la deja para regresar con su familia. Ya es otra época. Reformas legales permiten a los disidentes que alguna vez integraron la guerrilla, incorporarse por la vía electoral al sistema.
Sin embargo, Cliserio Gaeta Jara siempre mantuvo su espíritu guerrillero y aunque nunca conformó un grupo militar en Querétaro, siempre siguió atento a lo que sucedía en el país.
En una de las últimas entrevistas que le hizo el periodista Juan José Rojas, también en Tribuna de Querétaro, dijo que aunque el país vivía tiempos convulsos, era difícil que se conformara un movimiento como en los 70: “Se ve difícil; el motivo es que los normalistas y los estudiantes que llevan el movimiento son chavos. Como son chavos, no tienen la preparación para formar comandos armados, guerrilleros. Son algo espontáneos; el coraje se les pasa”.
Así pensaba Cliserio Gaeta Jara, “el tonto Mao”, como está escrito en la entrada de su casa.