Una de las virtudes de un buen político es saber encontrar el lenguaje adecuado para la circunstancia adecuada. Tras leer la transcripción de la primera conversación entre Trump y Peña, que dio a conocer el diario estadunidense The Washington Post, evidentemente ninguno de los dos, sobre todo Peña, supo adecuarse al momento y al interlocutor.
Desde hace meses, dicha conversación había sido noticia tanto por el contenido y el tono de lo dicho en la misma.
En un primer momento, se cuestionaron las amenazas que habría proferido Trump en contra de México y la débil respuesta de Peña Nieto ante la furia del magnate norteamericano. Sin embargo, ya podemos conocer justo lo que se dijo. Y es donde encontramos a los dos políticos lejos de las cámaras y los likes de Facebook para encontrarlos en su estado natural.
El saludo inicial es en inglés por parte de ambos mandatarios, sin embargo, el mexicano solicita hablar en español “para estar más cómodo”.
La petición de Peña no es casual ni obedece a su pésimo inglés, del cual ya ha hecho gala, sino que el español es la lengua donde puede hacer uso de la retórica clásica de la escuela priísta, consistente en alabar al otro y nunca mencionar la petición de manera directa, sino mandar mensajes entre líneas, para que con quien se dialogue, entienda el mensaje y actúe en consecuencia; ese lenguaje tan típico del siglo XX político mexicano, que generó especialistas entre la prensa, que en sus columnas se dedicaban a traducir los códigos, con que se manejaba la clase política.
Y así, Peña abre con un doble elogio por la apertura del equipo de Trump y sus declaraciones para después decir que el gobierno mexicano no pagará por el muro, que piensa construir el norteamericano y, tras nuevamente suavizar la negativa, dice entender la posición de su contraparte y pide que se entienda la suya.
Y aquí es donde viene la perla declarativa del lenguaje político mexicano tan barroco cuando pide “buscar una solución creativa a esto”. ¿Una solución creativa? (Aquí el lector se podrá preguntar si el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido de “soluciones creativas”).
Pero el lenguaje del mexicano topa con un muro comunicacional del norteamericano. Trump no domina el lenguaje político. Ése no es su estilo. Tiene otra escuela. Una escuela experta en humillar y no pedir nada sutilmente, sino imponer.
Primero Trump reconoce la forma bella de expresarse de EPN, pero enseguida deshace todo el discurso. Parece que, para Trump, la política es el arte de la frase bella, pero inútil.
Después viene un monólogo de Trump, en donde habla del déficit comercial, de la migración. EPN asiente, intenta cortar, pero el control de la conversación lo tiene Trump.
EPN insiste con lo de una solución, pero Trump chantajea: “Somos tú y yo contra el mundo, Enrique”.
No hubo diálogo, sino un choque de lenguajes. Un lenguaje de la vieja escuela priísta que pretende ser amable para imponer con finas formas que chocó de frente contra una imposición verbal del empresario neoyorquino que no acostumbra ceder.
Evidentemente, el presidente mexicano no está acostumbrado a manejar otro lenguaje ni estudió al norteamericano. Las formas que le funcionan en la política interna, resultaron inútiles en la nueva coyuntura. Hace ya siete meses de esa conversación. ¿Cuál será el tono de las siguientes conversaciones? Estas pueden marcar el rumbo de ambas naciones.