Ni Madres, wey // No fucking way
“Qué bueno que toda esta gente vino a ver al Roger Waters y no al pinche wey de Calderón”. El de la voz es un entusiasta fan que desde la barra del bar del Palacio de los Deportes intenta entablar plática con todo aquel que se acerque a pedir un trago y a todo aquel que puede le hace plática.
Claro, le faltaría tiempo y whisky escocés para platicar con los 15 mil fanáticos que se han congregado este domingo 19 de diciembre para ver la puesta en escena The Wall en la Ciudad de México.
Primera llamada. Todo tranquilo. Oasis y Radiohead son los favoritos del DJ que ameniza la espera. Pero todo mundo ya piensa en el muro de Pink Floyd. Segunda Llamada. Ya mero empieza. Tercera llamada. A dejar la barra del bar y encontrar los asientos.
Necesito dinero para comprar tragos
Eso es lo que dice un letrero que trae un vagabundo desaliñado que entra al concierto. Los policías simulan sacarlo pero sigue avante empujando un carro y con su letrero en donde pide dinero para tragos. Y no, no es Calderón ni ningún político, es parte del performance de apertura, porque apenas llega al frente del escenario, de su carro saca al muñeco de trapo que representa al que se esconde detrás del muro.
Las luces se apagan. Comienzan voces muertas de una televisión virtual. Y de pronto, los juegos pirotécnicos iluminan el escenario con las banderas de los martillos cruzados y la multitud ruge con las primeras notas de In the Flesh?
Y empieza el show y “esa cálida emoción de la confusión”. Así se inicia la representación de The Wall, editado en 1979, y que entre sus lecturas políticas es un alegato contra los totalitarismos, que hoy, 31 años de haber sido concebido, sigue teniendo la misma validez.
Y el grito de rebelión ya clásico es en contra de la educación represiva: ¡Hey maestro, deja a los alumnos en paz!”. Y 15 mil gargantas coreando en mal inglés, haciéndole segunda a los niños invitados del coro de los colectivos “Tiro de Roca” y “Barrio Activo” que increpan a un enorme profesor. Si hubieran proyectado una imagen de Elba Esther Gordillo, sin duda el grito hubiera sido mayor: “No necesitamos educación, no necesitamos control de los pensamientos, ¡Hey maestro, deja a los niños en paz!”
Y Luego vino “Mother”, esa canción que en la representación original es un canto del protagonista contra su madre que lo asfixia, en la relectura del 2010, Waters equipara a esa madre con el Estado policial que siempre nos vigila con miles de cámaras. Una enorme cámara simula vigilarnos y al final el juego de palabras “The big Brother –Mother”.
¿Con que vamos a llenar los espacios vacíos?
“¡Mira mami, el cielo azul!” Y sobre el muro en construcción del Palacio de los Deportes, las palomas se transforman en bombarderos que dejan caer cruces cristianas, estrellas judías, medias lunas musulmanas, hoces y martillos socialistas, signos de pesos capitalistas. Y más y más símbolos del capitalismo se ven.
¿Escuchaste car las bombas? Aunque no las hayas escuchado, ya se han destruido nuestras vidas y tenemos que decir adiós cielo azul, adiós.
Y luego la pregunta: ¿Con qué vamos a llenar todos espacios vacíos? ¿Con qué vamos a saciar nuestro frenesí de consumismo y locura?
Los acordes de la guitarra cimbran nuevamente a los 15 mil asistentes, mientras Roger Waters grita a los cuatro vientos que es nuevo en este pueblo y necesita una mujerzuela, mientras eróticas imágenes de groupies se proyectan en el muro.
Y tras el frenesí, la calma. El protagonista a encerrarse en su muro mientras aleja a todo aquel que se le acerca. Hasta que finalmente se completa el muro y no hay nada que ver más que ladrillos en la pared.
Y así llega el intermedio. En donde sobre el muro se proyectan imágenes de los caídos en guerra.
¿Hay alguien ahí?
¿Hey tú, me ayudarías a cargar la piedra? Se pregunta el Palacio de los Deportes, bueno, los asistentes esa noche.
Blancuzco, viejo, así es la simulación de ese muro donde el protagonista se esconde. Y donde, recuerda Waters, los gobiernos totalitarios se esconden porque el miedo construye muros.
Muros de ignorancia, de intolerancia, de racismo, de discriminación, de violencia, de pobreza… de tristeza. ¿Hey tú, puedes oírme? ¿Hay alguien ahí?
Y luego viene el momento de recordar a Vera, y a exigir que a los muchachos los traigan a casa. Qué se acabe esa guerra estúpida. ¿Cuál? Todas las guerras son estúpidas, y es más estúpida la guerra contra el narco que ha decretado el presidente Calderón que también se esconde tras un muro de soldados y que en su soledad del poder no logra encontrar su legitimidad.
¿Hay alguien ahí?
Y esto es el preludio del gran momento de “Confortably Numb”. Con un solo de guitarra monumental y un Roger Waters vestido de negro en gran actuación. Tras esto, vendría la transformación y la representación del totalitarismo: infinidad de martillos (fascistas, soviéticos, capitalistas, panistas, priistas, no importa, la representación metafórica es la misma) desfilan y piden que sigas a los gusanos.
Y nuevamente, tras el éxtasis agónico de totalitarismo, viene la crisis, la caída al hoyo negro. El personaje tiene que ser enjuiciado y maestro, esposa, madre y sociedad lo acusan y condenan a mostrar su naturaleza humana.
Derriben el Muro, Derriben el Muro.
Y el Muro cae, levantando una enorme ola de polvo. Es el final de la ópera rock pero no el final del concierto, porque como regalo Roger Waters y su banda tocarían para los mexicanos “Las Mañanitas” (¿Por el Bicentenario y Centenario?) a ritmo de “Another Brick in the wall” y en un español malito pero que se le agradece el gesto.
Y al final de cuentas, todo es sólo un ladrillo más en la pared