La industria política


Víctor López Jaramillo

El periodista e historiador italiano Indro Montanelli dijo al referirse a la Roma Antigua que su verdadera industria era la política, que ofrecía para las ganancias atajos mucho más rápidos que el trabajo verdadero.

Así, era frecuente que en la época de la decadencia de la República, quien aspirara a la riqueza, en vez de optar por el comercio o alguna actividad productiva, optara por ingresar a la política para resolver sus apremios económicos.

Por otra parte, quienes tenían la vocación política, tenían que allegarse de recursos vía patrocinadores para poder participar en el juego electoral. La compra de votos no es un fenómeno nuevo ni invención de algún partido político mexicano; se han encontrado pruebas de que en las votaciones griegas y romanas ya era un fenómeno frecuente.

Ya en la época del Imperio Romano, la vía más rápida para el acceso a la riqueza, y al poder, era una exitosa carrera militar.

Hoy, a 2 mil años de la República Romana, éste fenómeno se viene repitiendo en nuestra República Mexicana. Estas últimas semanas, hemos visto planas de periódicos y espacio en los noticieros sobre los jugosos aguinaldos que recibirán los funcionarios públicos. A eso, sumémosle las gratificaciones que reciben cuando se ven obligados a abandonar sus cargo.

Todo lo resumió en una frase Carlos Hank González, uno de los íconos del priismo: Un político pobre es un pobre político.

Y vaya que esta frase se la han tomado a pecho nuestros políticos queretanos. Cabe recordar al exgobernador panista Ignacio Loyola Vera, quien durante su gestión como gobernador decidió darse un aumento de salario, ganando un 10% por encima del empresario mejor pagado en el estado, toda vez que, argumentaba, él tenía una mayor responsabilidad al dirigir los destinos de Querétaro.

Los políticos mexicanos en funciones son unos de los mejores pagados del planeta. No se compara lo que gana un diputado mexicano con lo que gana un representante estadunidense.

Desde la Renovación Moral que fallidamente promovió el expresidente Miguel de la Madrid Hurtado, se ha intentado regular los sueldos de los funcionarios públicos. Todo esfuerzo ha sido en vano, porque los primeros en oponerse a tal medida, son los mismos funcionarios.

Ojo, nadie les niega el derecho de tener una digna remuneración, no dudo que el ejercicio del poder sea una labor desgastante. Incluso, se llegó a considerar que un funcionario bien pagado difícilmente caería en las tentaciones de la corrupción. Eso se pensó, usted, caro lector, podrá decir si eso se ha cumplido.

A partir de este 2014, muchos suspirantes empezarán a promoverse para ocupar un cargo de elección popular o tener, como se dice en la jerga política, un jugoso hueso (valga la redundancia), es decir, un buen puesto político. Muchos esperan que un conocido obtenga una buena posición política no para pedirle canonjías, sino un puesto donde pueda obtenerlas por sí mismo.

¿Los ciudadanos estamos inertes ante este círculo vicioso que se repite sin importar el partido que gobierne? Por utópico que suene, tenemos nuestro voto para poder elegir a quien escoger. Lo importante es tener un electorado informado que sepa seleccionar entre los mejores hombres y mujeres políticos o los que nada más están en la boleta de rebote o porque quieren resolver sus problemas económicos.

Al parecer, en Querétaro, para muchos políticos y funcionarios, su verdadera industria es la política. Dice un proverbio de Confucio que cuando en un país reina el orden, es una vergüenza ser hombre pobre y común. Cuando en un país reina el caos, es una vergüenza ser rico y funcionario. Así las cosas.

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